MATERNIDAD
Placentas que arrastran el útero
El Hospital Vall d’Hebron de Barcelona es referente en España en el tratamiento quirúrgico de la placenta accreta, la principal causa de histerectomía y un riesgo para las madres
Tenía muchos números de tener un parto de alto riesgo. Afortunadamente, a Noelia Cuevas le diagnosticaron placenta accreta (insertada en el útero, lo que impide que se desprenda de forma fisiológica durante el momento del parto) en los primeros meses de embarazo. El control de su gestación y de su alumbramiento permitió que esta barcelonesa de 30 años diera luz a su pequeña Lia sin mayores complicaciones que las inherentes a un parto con cesárea.
Detrás de este final feliz, y del de otras doce jóvenes que se encontraban en su misma situación, está la Unidad Multidisciplinaria para el Diagnóstico y Tratamiento de la Placenta Accreta (UPA) del Hospital del Vall d’Hebron de Barcelona , referente a nivel estatal y europeo en este tipo de intervenciones. El centro barcelonés fue el primero en poner en marcha una unidad multidisciplinar para el diagnóstico y tratamiento de esta patología, que afecta a una de cada 533 mujeres embarazadas, es la principal causa de histerectomía y tiene una mortalidad global del siete por ciento. La placenta accreta, una patología emergente en los últimos veinte años debido, entre otras cosas, al incremento de las cesáreas , uno de los factores de riesgo, se produce cuando la placenta invade el miometrio, la pared muscular del útero.
Como consecuencia de este hecho, el tercer estadio del parto, la expulsión de la placenta, no se puede realizar de forma fisiológica y el intento de extracción manual provoca un sangrado muy importante, frecuentemente masivo, que puede poner en peligro la vida de la paciente y en menor medida la del bebé, según explica en declaraciones a ABC el doctor Manel Casellas, responsable de la UPA del Vall d’Hebron, que se puso en marcha en diciembre de 2014 y ya ha tratado a una docena de casos.
«Una vez sale el bebé, el tamaño del útero se reduce y la placenta se expulsa de forma natural. Sin embargo, en las pacientes con placenta accreta eso no sucede y, si ésta no se ha detectado hasta el momento del parto, la única solución es extraerla con la mano con el importante sangrado que eso supone», explica el especialista del Vall d’Hebron. La forma de evitar ese riesgo es, según el responsable de la UPA, la detección precoz.
Las cesáreas, factor de riesgo
«El proceso diagnóstico pasa en primer lugar por la sospecha clínica (asociación entre placenta previa y cesárea anterior). La ecografía y la resonancia magnética son los dos procedimientos básicos para lograr el diagnóstico», apunta Caselles.
Una vez detectada la enfermedad, los pasos a seguir son: programar el parto (normalmente a las 34 semanas de gestación) y practicar una cesárea en la que se extrae el bebé y el útero en bloque con la placenta incorporada. Se trata de una intervención de alta complejidad, previa a la cual en la sala de Radiología Intervencionista y bajo control radioscópico se insieren unos catéteres con un balón hinchable en la punta que podrán ser inflados después en el quirófano para ocluir las arterias ilíacas internas durante la operación y evitar así una hemorragia masiva. A las pacientes que quieren preservar su fertilidad no se les realiza la histerectomía y la única opción posible es intentar extraer total o parcialmente la placenta con técnicas quirúrgicas. «En estas intervenciones el riesgo de sangrado es importante por lo que no son técnicas tan seguras» , señala el experto.
Hasta ahora, los resultados obtenidos desde la creación de la unidad han sido muy positivos. El 90 por ciento de los casos han sido detectados de forma precoz -antes sólo la mitad se detectaban antes del parto-. El 80 por ciento de los partos han sido programados y se ha pasado de realizar transfusiones en 3 de cada 4 intervenciones a hacerlo sólo en 1 de cada 3. Todo ello también ha permitido reducir el número de reintervenciones y de complicaciones postoperatorias .
Manel Casellas atribuye gran parte del éxito de esta técnica a su abordaje multidisciplinar. Recuerda que el factor de riesgo más importante es la asociación entre cesárea en un parto anterior y placenta previa en la gestación actual. La cirugía uterina previa (miomectomía, legrados, radiación pelviana) o el antecedente de fecundación in vitro (FIV), son otros factores de riesgo invocados.