Miquel Porta Perales - El oasis catalán

Marsella

«La Barcelona postolímpica de los prodigios -la marca Barcelona- se difumina a marchas forzadas. De hecho, ha entrado ya en la fase de la decadencia»

Miquel Porta Perales

La Barcelona postolímpica de los prodigios -la marca Barcelona- se difumina a marchas forzadas. De hecho, ha entrado ya en la fase de la decadencia. Esa es la conclusión de J.M. Martí Font en su reciente libro Barcelona-Madrid. Decadencia y auge. Un libro que, además de narrar con brillantez las aventuras y desventuras de la ciudad a lo largo del último siglo y más, pone al descubierto las debilidades y posibilidades de Barcelona. Si bien se mira, el libro de Martí Font, ahora que empieza la campaña electoral para las municipales, brinda a los políticos y a los ciudadanos una guía sobre qué proponer y a quién votar.

Nuestro autor, que señala que Barcelona «se ha quedado atrás, como esos ciclistas a los que les da la pájara y no pueden seguir al escapado montaña arriba» (Madrid), concluye que «si Madrid se expande, Barcelona ya está acabada». Y añade que «no queda nada por hacer» y «solo se pueden hacer remiendos». Pero, de manera poco solapada, el autor indica que sí hay algo por hacer. ¿Por qué no miramos a Madrid y tomamos nota? Para empezar, hay que «metropolitanizar» -abajo las murallas- Barcelona.

Esto es, ampliar su perímetro con las poblaciones adyacentes. Para continuar, ¿por qué no fijarnos en la política de la alcaldesa Manuela Carmena? Por ejemplo: incidir en la ciudad real y sus barrios, zonas peatonales, ejes de ocio y comercio, ensanchar aceras, nuevo mobiliario urbano, mejor iluminación, más árboles, implementar un distrito a la manera del Distrito Castellana Norte de Madrid, La Défense parisina o el King Cross londinense. A ello hay que unir un relato cultural ambicioso y una mejor gestión del turismo.

En cierta manera, se trata de recuperar un proyecto que Barcelona tuvo y que ha perdido durante el último mandato municipal. Si la gestión de la ciudad no cambia -remata Martí Font- Barcelona corre el riesgo de convertirse en otra Marsella que, de ser la segunda ciudad de Francia, devino una ciudad colapsada y empobrecida sin ningún proyecto claro.

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