Ángel González Abad - Los martes, toros

Mario Cabré, señorío y libertad

«Sóc torero i català, que equival a ser dues vegades torero», proclamó en más de una ocasión

La actualidad en las plazas de toros habla del ilusionante triunfo del joven Javier Jiménez en Las Ventas madrileña, del indulto a un toro de José Vázquez por parte de un maduro Miguel Ángel Perera, o del éxito malagueño de Diego Ventura con su caballo «Sueño» ante el rey Hermoso de Mendoza. Toros en toda España, también en muchos pueblos de Cataluña, aunque en versión de festejos populares.

Y en medio de la vorágine taurina veraniega, en esta tierra de libertades cercenas por el poder político, me viene el recuerdo de un hombre que fue todo menos eso que se lleva tanto ahora de lo políticamente correcto. En este 2016 se cumple el centenario del nacimiento de un torero catalán, un hombre ilustrado, de vasta cultura, un rebelde, un bohemio. Mario Cabré nació hace un siglo en una Barcelona en la que los toros eran un elemento fundamental en el ocio en tiempos convulsos en lo social.

«Fui poeta por inspiración divina, actor por atavismo y torero por destino, que es el que nos hace ir por caminos insospechados, queramos o no». Así se definía Mario Cabré, el torero de las supremas elegancias, el diestro al que Domingo Ortega le dio la alternativa en la Maestranza sevillana en octubre de1943 y se la confirmó unos días después en la plaza de Madrid, el hombre que enamoró a Ava Gardner, el poeta que publicó 13 libros, el actor que participó en 16 películas, el mismo que triunfó en innumerables ocasiones sobre las tablas de un escenario, el que apabulló a los aficionados catalanes el mismo día en que tras el éxito de la corrida de por la tarde, alcanzó otro en el teatro Apolo interpretando a don Juan Tenorio; el catalán que disfrutó de la libertad. Ni la televisión se le resistió con aquellos recordados «Panorama» o «Reina por un día».

«Sóc torero i català, que equival a ser dues vegades torero», proclamó en más de una ocasión este hombre que en la Cataluña actual no habría podido desplegar toda su cultura. Cosas de los tiempos, que no mejoran.

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