Ludópatas

El «proceso» ha colapsado, pero parte de la fiel infantería secesionista sigue en el empeño. Como si nada hubiera ocurrido. Probablemente, una adicción. Y la creencia en unas posibilidades -la independencia o la República- cada día más lejanas. En cierta manera, el secesionista que insiste y persiste se asemeja al ludópata. El secesionista, como el ludópata, 1) no puede frenar el deseo compulsivo de jugar a la independencia, 2) para recuperar lo perdido se ve obligado a seguir jugando y perdiendo, 3) para alcanzar el sueño -la máquina tragaperras no responde- no tiene más remedio que doblar la apuesta con el riesgo que ello implica, 4) cualquier excusa o detalle -bueno o malo- le sirve para seguir apostando, 5) acaba anteponiendo el juego a cosas más importantes, 6) algo que acaba afectando al carácter, 7) niega la adicción o dependencia, y 8) corre el riesgo de ser víctima de una suerte de disfunción o sentimiento -frustración, ira, intolerancia, odio, ansiedad- consecuencia del hiato existente entre el deseo y la realidad.

El problema de la adicción o ludopatía secesionistas reside en la no aceptación de la realidad de un independentismo que ha sido derrotado por las urnas, la legalidad democrática y el Estado de Derecho. Cosa que se percibe en unos mensajes -consulten el WhatsApp y Twitter- que siguen hablando de la «República», de «la calle que siempre será nuestra», de la Unión Europea «ciega, sorda y muda», de «los anhelos y deseos que deben cumplirse», de «no podrán nada contra un pueblo unido, alegre y caminando», de «escribir una página en la historia de nuestro país», del «espíritu de lucha de muchas generaciones». «Reenvíalo», dicen. Así las cosas, ¿cómo reducir o tratar la adicción? La psicología recomienda la terapia cognitiva conductual o la terapia relacional emotiva. En síntesis: la conversación que elimina las ideas preconcebidas y consigue que el individuo supere el infantilismo del todo lo quiero. El primer paso: aceptar la adicción que se padece.