Crítica musical
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«El Gran Teatro del Liceo acogió el jueves el estreno en Barcelona (por increíble que pueda parecer) del musical ‘My fair lady’»
El Gran Teatro del Liceo acogió el jueves el estreno en Barcelona (por increíble que pueda parecer) del musical ‘My fair lady’. Fue en formato de concierto, pero con unos protagonistas que lograron dar a la velada un altísimo nivel musical, actoral y, claro está, emocional.
La soprano Ellie Laugharne encarnó el papel de Eliza Doolittle con la máxima solvencia: dominio del canto y dotes como actriz que fueron merecidamente ovacionados. A su lado, brillaron Steven Pacey como profesor Higgins y el coronel Pickering de Richard Suart. Ambos dieron una lección de lo que es tener tablas en un escenario.
Mención especial merece Peter Polycarpou, que bordó el papel del padre de la florista, un Alfred P. Doolittle que tiene apariciones breves pero absolutamente memorables. También excelente Susie Blake, que tuvo que lidiar sin ningún apoyo escenográfico ni de vestuario con tres papeles diferentes. Bellísima la voz de Nadim Naaman como el pretendiente Freddy.
Ahora bien, no todo fueron puras maravillas. La orquesta y el coro del Liceo rindieron con el altísimo nivel que se espera de estas formaciones en una casa de ópera de categoría, pero no se puede decir lo mismo del director. Alfonso Casado atesora, pese a su juventud, un brillante currículum como director de musicales en España y en Londres, pero una cosa es dirigir una orquesta del West End y algo muy diferente es ponerse al frente de una sinfónica como la del Liceo.
Aunque salió ileso del reto, en no pocos momentos se vio desbordado y el equilibrio entre planos sonoros se resintió gravemente, llegando a tapar en múltiples ocasiones tanto al coro como a los solistas, por más que estos últimos estuvieran amplificados. Algunas entradas delicadas quedaron más que borrosas, y se echó en falta un mejor aprovechamiento de las posibilidades que brindan unos instrumentos como los que tenía entre manos.
Algo similar puede decirse de la ‘propuesta escénica’ de Guy Unsworth, que no pasa de colocar cuatro gramófonos entre las sillas de los cantantes y hacer que estos se sitúen en el centro del escenario a cantar sus números.
En definitiva, hay que celebrar que el Liceo se haya animado a programar musicales, y que empiece mostrando que también las grandes voces para este género tienen cabida en su casa. Ahora bien, habrá que ir mejorando el conjunto si quiere perfilar una oferta con sello propio y de calidad en este ámbito.