El libro maldito de Josep Pla
Destino rescata el manuscrito en catalán de primer tomo de «Historia de la Segunda República Española»
En 1938 Josep Pla estaba exiliado en Roma con su pareja de entonces, la noruega Adi Enberg. Además de sus trabajos para los servicios de información franquistas (SIFNE), el líder de la Lliga Francesc Cambó, el líder de la Lliga encargó al escritor una «Historia de la Segunda República Española». Pla redactaba en la embajada española del Vaticano un manuscrito basado en las crónicas parlamentarias que, entre 1932 y 1936, escribió en catalán para «La Veu de Catalunya» desde su corresponsalía en Madrid.
A la entrada de las tropas franquistas en Barcelona y tras su breve paso por «La Vanguardia» con Manuel Aznar de director, Pla retomó en el Ateneu Barcelonès su crónica republicana, documentada con páginas recortadas del Diario de Sesiones.
El 15 de junio de 1940, Ignacio Agustí firma con el autor ampurdanés el contrato para publicar en cuatro volúmenes la «Historia de la Segunda República Española», una crónica demoledora sobre el régimen del 14 de abril. Entre la primavera y el otoño de 1940, Pla completará la obra.
La «Historia de la Segunda República», lanzó c inco mil ejemplares al precio de 25 los dos primeros volúmenes: su autor cobró mil pesetas mensuales durante el tiempo de escritura.
Hasta aquí la historia más conocida del libro. Lo que no se sabía es que sus siete primeros capítulos, 114 cuartillas, fueron originariamente escritos en catalán.
Coyuntura bélica
Esa «Història de la Segona República Espanyola» que no pudo ver la luz, dada la coyuntura bélica del momento ha sido rescatada por Xavier Pla y la profesora Maria Josepa Gallofré. Con su letra apretada, Pla abarca en su crónica los antecedentes de los años de la Dictadura de Primo de Rivera, la Dictablanda y la proclamación de la República en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, hasta el bienio social-azañista y la matanza de Casas Vieja
s.
Escribir en catalán, apunta Gallofré, podía responder a la esperanza de Cambó de «volver a disponer -dentro de los límites del nuevo orden- de una red de medios, prensa y ediciones equiparable a la anterior a 1936… A pocas semanas del 'Día de la Victoria', el 19 de abril de 1939 propuso a Estelrich que planteara a Burgos la posibilidad de publicar en Barcelona un diario en catalán».
En eso creyeron los Fontana, Ridruejo, Sentís, Nadal, Teixidor, Vergés o Agustí, partidarios de un franquismo en catalán que acabó aplastado por el general Eliseo Álvarez Arenas.
Cuando Pla retoma la escritura de su «Historia de la Segunda República Española», el ambiente es claramente hostil a una lengua catalana que no volverá a las imprentas hasta 1946.
Los cuatro volúmenes de Pla ven la luz bajo el signo de una cruel paradoja, como señala Xavier Pla: «Lo que en origen habría de ser un libro de guerra, es decir de propaganda contra uno de los bandos por parte de un periodista como él, comprometido desde el primer momento, y hasta el último, con los militares facciosos, pasa a ser un libro de posguerra, firmado por un ganador del conflicto bélico . Y lo que habría sido un libro en lengua catalana pasó a ser traducido (no se sabe por quién, quizá por él mismo) al castellano, la lengua de los ganadores de la guerra».
En la carta que Ignacio Agustí e nvía a censura para la incoación del primer volumen, utiliza un tono cómplice para preparar el terreno. Atribuye a la obra de Pla «la suficiente velada parcialidad que nos incumbe e interesa» y que denota que la carta cuenta con la aquiescencia del autor.
Si la transcripción de documentos republicanos resulta «demasiado extensa» no habrá problema en aplicar la poda. En las cartas que remite a censura el director del semanario y editor de Destino cultiva un tono de confianza con el censor que Gallofré juzga «arrogante» y «atrevido».
Nunca falta el fragmento referido al filtro previo que Agustí liga a la responsabilidad del editor y que, suponemos, pretende relajar el examen del censor de turno al saber que el material proviene de personas «adictas» al Régimen: «He pulido, limado y recortado a mi antojo; es decir, con toda mi capacidad y responsabilidad», escribe acerca de los originales de la «Historia de la Segunda República Española»… Para juzgar esas palabras convendría haber vivido aquella etapa de fascismo rampante y germanofilia cuya retórica imperial y autárquica impregnaba instancias, titulares periodísticos y documentos varios.
Cuando, en los años sesenta, Pla une su destino editorial a Josep Vergés, la «Historia de la Segunda República Española» quedará marginada para siempre de su «Obra Completa». El libro maldito se convertirá en una cotizada pieza de librerías de viejo.