Sergi Doria - Sepctator in Barcino
Leer a Todorov desde aquí
A la vista de lo que está sucediendo en Cataluña resultaría adecuado extraer algunas lecciones de un título que este cronista destaca entre sus libros de cabecera: «Memoria del mal, tentación del bien»
Tzvetan Todorov falleció el pasado 7 de febrero y el mejor tributo a un pensador de su categoría es leerlo. ¿Y qué podemos recomendar de Todorov? Hay mucho de bueno -casi todo publicado en Galaxia Gutenberg- pero a la vista de lo que está sucediendo en Cataluña resultaría adecuado extraer algunas lecciones de un título que este cronista destaca entre sus libros de cabecera: «Memoria del mal, tentación del bien» (Península, 2002).
La primera lección sería el tratamiento de la llamada «memoria histórica», espurio concepto manoseado hasta la saciedad por el nacionalismo catalán y la izquierda guerracivilista. La memoria, advierte Todorov, es «siempre y solo» individual, mientras que la memoria colectiva «no es una memoria sino un discurso que se mueve en el espacio público». Siguiendo el razonamiento del filósofo e historiador, la relación de los hechos pasados que se ha difundido en las últimas décadas ha sido más conmemorativa que histórica.
Difundida en la escuela, los medios de comunicación públicos o generosamente subvencionados, los discursos políticos, los actos de instituciones políticas y una sociedad civil infiltrada, la conmemoración es histórica -en apariencia- pero sin someterse a lo que el filósofo denomina «pruebas de verdad». Todorov marca las diferencias entre historia y conmemoración: «La historia complica nuestro conocimiento del pasado; la conmemoración lo simplifica, puesto que su objetivo más frecuente es procurarnos ídolos para venerar y enemigos para aborrecer».
Segunda lección, el victimismo: «Si la sociedad reconoce que los grupos, y no sólo los individuos, tienen derechos, mejor aprovecharlo; ahora bien, cuanto mayor haya sido la ofensa en el pasado mejores serán los derechos en el presente. En vez de tener que luchar para recibir un privilegio, se recibe de oficio, por la mera pertenencia al grupo antaño desfavorecido». En Cataluña sobran los ejemplos.
Tercera lección: la obsesión por el pasado para justificar la política del presente. El pasado histórico no es un valor «per se» que otorgue sentido al presente si va a ser utilizado como justificación de una estrategia propagandística: «El pasado puede alimentar nuestros principios de acción en el presente; no por ello nos ofrece el sentido del presente». Véase Tricentenario de 1714.
Cuarta lección, la banalización. Si la sacralización del pasado es un arma peligrosa, lo es también la banalización que asimila los hechos presentes con otros hechos del pasado (en Cataluña, la constante comparación por responsables políticos secesionistas de la actual democracia con el régimen franquista): «Un mal tan extremo como el del siglo XX se transforma fácilmente en arma retórica…» Cuando Artur Mas se compara con Rosa Parks, se banaliza la lucha por los derechos civiles.
Quinta lección, el buenismo de los nuestros. Antes de atribuir a los otros la causa de nuestros males, debemos reconocer críticamente nuestra historia menos «conmemorada». Escribe Todorov: «Recordar páginas del pasado en las que nuestro grupo no es ni un puro héroe ni, por lo demás, pura víctima sería, para los autores de relatos históricos, un acto de superior valor moral».
Magistral Todorov.