Antonio Robles - Tribuna Abierta

Que Julen nos perdone

¿Por qué tanta indolencia ante el derroche de nuestros políticos en quimeras separatistas o en evasiones fiscales, mientras la lista de espera en nuestra seguridad social está tan necesitada del espíritu de Totalán?

¿Qué mecanismos emocionales se desatan en el ser humano para convertir todos los instintos perversos de su naturaleza en solidaridad, compasión, colaboración, altruismo...? No han importado los costes, ni el esfuerzo, ni siquiera los riesgos. Toda la ayuda parecía poca, todo sacrifico insuficiente para rescatar a un niño de dos años devorado por un agujero de veinte centímetros.

Y sin embargo… ¿por qué pasamos indiferentes ante una anciana harapienta, aterida de frio y hambre, tirada sobre cuatro cartones en un rincón de cualquier calle, abandona por la edad, el hambre y la esperanza? ¿Por qué esa dejadez? ¿Por qué tanta indolencia ante el derroche de nuestros políticos en quimeras separatistas o en evasiones fiscales, mientras la lista de espera en nuestra seguridad social está tan necesitada del espíritu de Totalán?

Hay algo en esos contrastes que nos advierten de cierta impostura en nuestras respuestas solidarias.

Proponía la ética utilitarista del siglo XIX por boca de sus mayores defensores, J.Bentham y J.Stuart Mill, buscar el mayor bienestar para el mayor número de personas. Una cuestión de gestión óptima de recursos ante la imposibilidad de erradicar el dolor de todos. Tenía su lógica, al fin y al cabo, provenía del positivismo científico. Pero ninguna el derroche moral y económico con Julen si juzgamos la indiferencia ante tanto sufrimiento que nos rodea y del que pasamos.

Parece que estamos a merced de los relatos lacrimógenos. Los medios de comunicación los explotan más allá del derecho a la información. De forma morbosa repiten imágenes claustrofóbicas de un agujero mil veces recorrido por una cámara, dibujan escenarios temerarios de mineros expuestos a la muerte, alguna lágrima y la epopeya de docenas de voluntarios exhaustos, pero determinados a no dormir ni comer por lograr la ficción de encontrar vivo al angelito. Hay algo en eso profundamente obsceno.

En este paréntesis de humanismo de 12 días, hemos comprobado cómo los medios pueden excitar nuestros instintos y emociones. Hay una finísima línea entre el derecho de (y a) la información, y la manipulación. Si en un acto neutro somos subyugados, imagínense en política cómo modelarán nuestras convicciones.

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