Juan Milián Querol

Por una política más humilde

Estamos ante una revolución tecnológica y no podemos perder más tiempo con ideologías del siglo XIX que fracasaron en el XX

Pablo Iglesias, en el Congerso de los Diputados JAIME GARCÍA

Piensan más en sus respectivas ideologías que en los trabajadores. La teniente de alcalde de Barcelona llamó a frenar la reactivación de la industria del automóvil. El presidente de la Generalitat no fue elegido para gestionar, sino para propiciar un momentum que dinamitara el Estado de Derecho. Y los partidos que gobiernan España acaban de firmar un pacto con Bildu para derogar la reforma laboral. Al final, no había que agitar mucho ese cóctel de retórica populista, inseguridad jurídica y mala gestión para que el resultado fuera explosivo: el cierre de la planta de Nissan en Barcelona, por ejemplo. 3.200 empleos directos y alrededor de 25.000 indirectos desaparecen de un plumazo.

La consigna era indignaos y a ella se sumaron hasta los hijos de una burguesía sin virtudes burguesas. La reflexión quedaba proscrita. La nueva política tenía el lenguaje grandilocuente y las pasiones muy bajas. Antes que afrontar los retos verdaderos se prefería luchar contra enemigos imaginarios. El odio y el relato se imponían al diálogo y la gestión. La respuesta era automática para todo: la culpa es de los turistas, la culpa es de los empresarios, la culpa es del PP, la culpa es de España, la culpa es de la Unión Europea… y, entre tanta externalización de responsabilidades, Cataluña dejó de ser vanguardia industrial para degenerar en el gran laboratorio populista del continente.

Estamos ante una revolución tecnológica y no podemos perder más tiempo con ideologías del siglo XIX que fracasaron en el XX. Necesitamos una política más humilde, que no prometa paraísos, ni asalte los cielos, olvidando los problemas más terrenales. Se ha jugado con las cosas del comer para sentirse virtuosos sin serlo. La política debe bajar a la realidad de las familias, los trabajadores y las empresas, pero eso solo sucederá si la sociedad la obliga a hacerlo, demostrando madurez democrática y huyendo de los nuevos cantos de sirena.

Más reformismo sensato y menos insolvencia revolucionaria.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación