Juan Milián Querol - Tribuna abierta
Imagine
Mientras otras comunidades autónomas tratan de salvaguardar tanto el empleo como la salud de sus ciudadanos, las prioridades de la Generalitat no logra superar el marco «procesista»
Los catalanes seguimos sufriendo los efectos de la crisis económica de 2008, del proceso separatista de 2012 y de la pandemia de coronavirus de 2020. Dice un amigo que solo nos falta que, miles de años después, se reactiven los volcanes de la Garrotxa. No somos especiales, cierto. Dos de esas tres tragedias también las sufren el resto de las sociedades occidentales. Sin embargo, solo en Cataluña tenemos un gobierno que promete repetir una de ellas y, por lo tanto, agravar las otras dos.
Mientras otras comunidades autónomas tratan de salvaguardar tanto el empleo como la salud de sus ciudadanos, las prioridades de la Generalitat no logra superar el marco «procesista». En la primar ola de la pandemia subieron el impuesto de sucesiones. Multiplicaron por 17,14 el impuesto a herencias por valor de 250.000 euros. 1714. Cábala «indepe» en política fiscal, como en todo. En la segunda ola destinaron recursos públicos a más organismos de postureo estatalista -la NASA catalana- y a altos cargos de postín -delegados en el exterior-, mientras cerraban restaurantes y tiendas en centros comerciales. Han arruinado familias y empresas. «Que coman pasteles», grita alguien en el Palau de la Generalitat.
Imagine ahora una Cataluña con un Govern que gobernara en lugar de enredar, con unos consejeros que perdieran menos tiempo en filtraciones y más en soluciones, que generara seguridad y confianza, y que no amenazara con volver a romper la convivencia. Imagine una gestión medio decente que permitiera mejorar los servicios públicos y bajar los impuestos, rompiendo el actual bucle de deuda y despilfarro. Imagine hasta dónde podría llegar una sociedad como la catalana sin la losa de un nacionalismo que todo lo encarece y no nos deja vivir tranquilos. Cataluña sí sería rica y plena. Si en el fondo todos sabemos que nos interesan políticos como Angela Merkel, ¿por qué demonios algunos eligen a Laura Borràs?