Juan Milián Querol - Tribuna abierta
El círculo vicioso
«Cataluña necesita elecciones, pero, sobre todo, necesita escapar de la trampa nacionalista»
El nacionalismo catalán está liderado por «milhomes». Se ven a sí mismos como Bravehearts bajando del Canigó, pero no se atreven a gestionar ni las competencias autonómicas. «Miles de independentistas están dispuestos a ir a la cárcel», proclamó el vicepresidente del Parlament, Josep Costa. Nótese aquí el uso de la tercera persona del plural. No lo decía por el fugado de Waterloo, ni tampoco por él mismo, ya que renunció a seguir como miembro de la sindicatura electoral del 1-O para evitar el pago de una multa. El titular parece poco creíble, pero lo cierto es que el separatismo sigue con una retórica irreal, amenazante y polarizadora, disuasora de inversiones y de reconciliaciones.
«No hemos conseguido la república, pero pienso que hemos estado a la altura», acaba de decir, por su parte, el president Torra. Nótese ahora que no especifica a la altura de qué. ¿Del betún? ¿Del maletero de Puigdemont? Sin embargo, lo interesante es que, por fin, reconoce el fracaso del procés. La república no es ni un estado mental. Es una trola en la que ningún político nacionalista cree, ni por la que tampoco lucha. Torra ya lo puede reconocer, porque se encuentra en las últimas semanas de su carrera política y porque ha acabado harto de su propia tropa.
El problema es que los partidos nacionalistas no saldrán de ese círculo vicioso que arrastra a Cataluña a una decadencia acelerada. La verdad les produce alergia, porque, en su burbuja, esta conlleva la etiqueta de traidor. Además, alimentar el odio les exime de rendir cuentas ante sus votantes. El incentivo es perverso. Si el gobierno español es el que peor gestiona la pandemia de todos los países desarrollados, el catalán es el gobierno autonómico que más obstáculos está poniendo a la recuperación. A pocos días de la vuelta a las escuelas, las consejerías de Educación y de Salud no se coordinan. No hay plan. Y eso que son del mismo partido. Cataluña necesita elecciones, pero, sobre todo, necesita escapar de la trampa nacionalista.