Juan Milián Querol - TRIBUNA ABIERTA

Alguien ha sido investido

Como nadie se fía de nadie, en el acuerdo de gobierno predominan los mecanismos de autocontrol y vigilancia

Aragonès y Junqueras, el viernes en el Parlament INÉS BAUCELLS

POR fin alguien ha sido investido presidente de la Generalitat. Hace más de tres meses los catalanes acudimos a unas urnas que, un año antes, Quim Torra ya había anunciado. El de JpC y ERC fue un gobierno zombie. El de ERC y JpC también lo será. Desde Waterloo se controlarán las competencias más agradecidas: la gestión de la vacunación y el reparto de los fondos europeos. Sin embargo, Pere Aragonès pasará de «vicepresidente en funciones de presidente» a «presidente en funciones de reina madre». Seguirán desgobernando los de siempre, ya que el acuerdo ha sido fruto de un mercadeo indecente y, claro está, en esas condiciones los neoconvergentes ganan de calle.

Como nadie se fía de nadie, en el acuerdo de gobierno predominan los mecanismos de autocontrol y vigilancia. Lo más sorprendente son las jornadas de convivencia entre políticos de ambos partidos. Dos veces al año se darán la mano y cantarán el Kumbayá. Ya lo dice Roger Montañola: han convertido la Generalitat en el esplai más caro del mundo. El desarrollo de las negociaciones nunca auguró un gobierno ilusionante. Mientras los partidos nacionalistas interpretaban la más amarga versión de los Pimpinela, grandes empresas continuaban yéndose de Cataluña y pequeños negocios familiares bajaban la persiana para siempre.

Hace más de una década que el separatismo oficial dice tener prisa, pero, acomodados en un decadente modo de vida, solo aspiran a perpetuarse en sus cargos. Sin ninguna ambición para Cataluña, se aferran al cuento procesista y tratan de impedir el progreso de otras comunidades. Su última «jugada maestra» es pedir la armonización fiscal, es decir, una recentralización en toda regla. En lugar de atacar a los buenos gestores de Madrid o Andalucía, los partidos nacionalistas deberían probar de trabajar a favor de Cataluña, aunque solo sea un día a la semana. Sería lo mínimo exigible, ya que tenemos que aguantarles la turra eterna.

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