Josep Bou - Tribuna abierta

Sin ataduras, con libertad

«El nacionalismo catalán es un especialista en el arte de la manipulación. Si Cataluña ha de tener una identidad y una historia propias, es decir, distinta a la española, se busca»

Pere Aragonès, la semana pasada tras reunirse con Pedro Sánchez EFE

Josep Bou

En los últimos años la política se ha ido devaluando, la distancia entre la calle y los políticos ha ido creciendo a un ritmo vertiginoso. De hecho, los datos están ahí: el 50% de los ciudadanos consideran la política unos de los principales problemas de este país. Y lo peor es que tienen razón. La gente se pregunta: ¿Para qué sirve la política? ¿Qué hace el político para mejorar mi día a día? Y tienen la percepción de que la política genera más problemas que soluciones.

Es para ello que hacen falta nuevos perfiles y sobre todo menos corsés y ataduras. La libertad que quiero para mis vecinos y para toda la ciudadanía también la quiero para los políticos o para las personas de la sociedad civil que como yo decidimos en su momento dar un paso al frente. El cálculo político está deshumanizando a los políticos, los está cortando a todos con un mismo patrón, los convierte en robots previsibles e insensibles que no empatizan absolutamente nada con los problemas de la gente convirtiéndose en simples productos en una estantería del marketing político.

Los partidos políticos tienen que reflexionar para no caer en la irrelevancia. De puertas a fuera, bajar a la calle, dejar los coches oficiales e interesarse verdaderamente a resolver los problemas de los ciudadanos y no de un puñado de votos; y de puertas adentro, no tener tanto miedo a la espontaneidad, y el cálculo del lenguaje no verbal o medir cada palabra que pronuncian.

Yo mismo me he sentido muchas veces criticado por hacer lo que creo que debe hacerse, ser uno mismo, con libertad, el bien más preciado que tenemos como seres humanos. Creo sinceramente que este es el camino, algunos lo llaman ser un verso libre, yo lo llamo no perder la esencia y recuperar así la confianza en quienes representamos. La gente quiere líderes reales, cercanos, con sus defectos también, pero sobre todo que escuchen más y hablen menos, que hagan más y dejen el ego revestido con fórmulas mágicas, en definitiva, que tengan menos ataduras y más libertad.

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