José Domingo - Tribuna Abierta
La lista de Joan B. Culla
«No es casualidad que muchos de los descendientes que formaban parte de Consistorios franquistas sean ahora asiduos a las concentraciones del nuevo régimen catalanista»
El simplista es por esencia un manipulador. Aparenta solvencia, pero vende un mensaje fraudulento. El historiador y profesor universitario Joan B. Culla se manifiesta como un consumado simplista en su reciente artículo «Espanyolisme d’aquí i d’avui», publicado en su sección de opinión del diario Ara el martes 21 de julio.
Partiendo de una recopilación de frases sueltas, pronunciadas por supuestos personajes no identificados durante la II República a los que atribuye militancia de extrema derecha, llega a la conclusión de que ahora, al igual que en otros periodos históricos, en Cataluña la extrema derecha está integrada exclusivamente por españolistas. Acto seguido, sin la más mínima lógica, introduce en el capazo de la extrema derecha a una panoplia diversa de colectivos a los que asocia a su peculiar forma de entender el españolismo. Entre las entidades señaladas incorpora a tres que conozco directamente: Impulso Ciudadano, Asamblea por una Escuela Bilingüe y S'ha acabat! -el profesor se equivoca y la convierte en una enigmática Ja n'hi ha prou-.
Meter en el saco de la extrema derecha a las personas y organizaciones partidarias de la unidad de España es un clásico del independentismo. No necesitan argumentos para ello. Basta con mirar, por ejemplo, los Estatutos de Impulso Ciudadano para comprobar que en esa órbita no están. Sus fines sociales son la promoción y defensa del pluralismo político, ideológico, lingüístico y cultural en España; la defensa de los derechos humanos y las libertades fundamentales en el ámbito nacional, de la Unión Europea e internacional; la defensa de los valores contenidos en la Constitución española de 1978; el fomento de los vínculos de cohesión y relación entre los españoles, con independencia de su lugar de residencia; el impulso de las medidas necesarias para la mejora del funcionamiento, racionalización y neutralidad de las instituciones y Administraciones Públicas; la promoción de políticas de tolerancia, igualdad y solidaridad entre los ciudadanos; y la lucha contra todo tipo de corrupción y fenómenos de odio. Joan B. Culla lo sabe -presume de escudriñar estatutos, actas y demás documentación de asociaciones y entidades del constitucionalismo- y, sin embargo, miente sin escrúpulos. ¿Por qué lo hace?
Joan B. Culla ha estudiado los movimientos totalitarios y es un avezado propagandista. Jordi Pujol, a principios de los años noventa, designó a ochenta y cuatro «agentes actuantes» para ejecutar un plan de nacionalización de Cataluña. Él fue uno de ellos y en el año 2020, en plena pandemia, sigue realizando eficazmente ese cometido. A raíz de la dinamización del proceso independentista, la oposición al separatismo en los últimos años se ha movilizado de una manera más activa. La aniquilación del enemigo españolista, constitucionalista o unionista se ha convertido en objetivo prioritario de los separatistas. Nada mejor que acudir a la eficaz carta de la extrema derecha y demonizar la idea de España en Cataluña para disuadir a personas o grupos pertenecientes a la izquierda o al centroizquierda que tuvieran la tentación de participar en los movimientos contrarios al secesionismo. Culla i Clarà lo realiza con probada diligencia y para ello incorpora al campo de la extrema derecha a policías, empresarios, sindicalistas o jueces discrepantes con el proceso separatista. Lo hace sin límites y sin criterio. Todo le vale. Así, mete a padres y madres de la Asamblea por una Escuela Bilingüe, que defiende el equilibrio de las lenguas oficiales en el sistema educativo y la enseñanza en la lengua materna; a jóvenes estudiantes de S’ha acabat!, que se atreven a exponer sus ideas constitucionalistas en las universidades catalanes con el riesgo de ser apalizados por la extrema izquierda y la extrema derecha (también la hay) independentistas; y a Impulso Ciudadano, que reclama unas instituciones neutrales y respetuosas con el pluralismo político ante autoridades y tribunales.
En su mirada desviada, simplista, Culla i Clarà se centra en los del castellano-lengua del imperio de antes e ignora a los del catalán-lengua propia de Cataluña y única lengua oficial (Manifiesto Koiné) de ahora; critica a los ultraderechistas que atacaban con cadenas a los estudiantes disidentes en el franquismo, pero se muestra complaciente con los supuestos antifascistas que vociferan que la universidad será siempre suya y persiguen a palos a los que les disputan el terreno ideológico en los campus catalanes; y critica la presencia en edificios oficiales y espacios públicos de banderas de Falange, de monumentos a los caídos o del víctor franquista, pero es solidario con los que reivindican la exclusividad de la estelada en las corporaciones, la colocación de pancartas de homenaje a falsos presos políticos y exiliados o contaminan con pintura y plásticos amarillos en forma de lazo el paisaje de Cataluña.
La extrema derecha puede ser españolista o catalanista. De hecho, no es casualidad que muchos de los descendientes que formaban parte de Consistorios franquistas sean ahora asiduos a las concentraciones del nuevo régimen catalanista. Si la extrema derecha se caracteriza por defender una lengua única oficial en una realidad plural, expulsar y amedrentar al diferente, tratar de uniformar a la sociedad, y deslegitimar a las instituciones que tratan de garantizar los derechos de los ciudadanos, ahí no está Impulso Ciudadano ni otras muchas entidades de las que relaciona Joan B. Culla en su artículo. En cambio, faltan otras muchas del área catalanista. El «agente actuante» discrimina deliberadamente. Su cometido es identificar a los disidentes del régimen nacionalista. Los soberanistas, hiperventilados o no, ya tienen su lista, la lista de Joan B. Culla. Él ha ejecutado satisfactoriamente su nueva, su vieja misión.
José Domingo es presidente de Impulso Ciudadano