REPENSAR CATALUÑA (4)

Jordi Alberich: «Hemos perdido una década, pero la recuperación es posible»

ABC realiza una serie de entrevistas para abordar la nueva etapa «post procés»: repensar, hoy, la Cataluña del mañana

Jordi Alberich INÉS BAUCELLS

Àlex Gubern

Hasta aquí hemos llegado. ¿Y ahora qué?

Pues lo que toca es justo el lema que inspira los fondos europeos Next Generation: reconstrucción y reforma.

Pues aquí tenemos mucha tarea.

Pues sí. Aquí a la crisis social y económica del Covid se suma el hecho diferencial del «procés».

El Covid, pese a todo lo malo, puede ayudar. Ha sido una necesaria ducha de realidad.

Sí. Las encuestas en Cataluña, más allá de la intención de voto, reflejan una voluntad mayoritaria de cambio, de querer cerrar una etapa. El país está por una nueva fase.

Otra cosa es que esto se sepa plasmar políticamente.

Dependerá de lo que pase el 14-F, claro. Cataluña, bien conducida, aún tiene muchas capacidades. No necesitamos líderes carismáticos.

Vistos los precedentes, se diría que necesitamos justo lo contrario, alguien que no quiera ser carismático.

Eso es, alguien normal, que no haga disparates. Estabilidad. Todo lo otro ya fluye. Convendría que del 14-F saliese un gobierno que, como dijo Ortega en su momento a los argentinos, vaya «a las cosas». Las elecciones son una gran oportunidad, y un gran riesgo a la vez.

Antes hablaba de reconstrucción. ¿A qué nos enfrentamos?

Como siempre estuve convencido de que el «procés» no conducía a la independencia, lo que me preocupaba era el «procés» en sí mismo, lo que ha implicado ese trayecto. Y el «procés» ha sido como la aluminosis: cuando te das cuenta de que la sufres ya no se trata de tapar un agujero sino que es toda la estructura la que está afectada.

Cataluña ha perdido peso.

Así es, y la única ventaja, digamoslo así, es que, al ser todo el mundo occidental el que ha sufrido estos años, la pérdida relativa ha sido menor. Si hacemos bien las cosas, lo del «procés» puede quedar como un episodio, relevante, perjudicial, pero no más que el Brexit o la etapa Trump.

Hablamos de una década perdida, el «procés» como un succionador de energías y talentos.

El Covid nos ha producido pérdidas muy duras, pero en dos años podemos recuperar el PIB perdido, y si lo aprovechamos puede que nos quede un país mejor, con un colchón social más consolidado y amplio, y una economía más productiva. El problema del «procés» es que más allá de las pérdidas cuantitativas se ha deteriorado la calidad democrática, la institucional y, algo muy relevante, el poder económico.

No todo es PIB.

Así es. Una cosa es la actividad económica, y la otra el poder económico. El poder es ambición, capacidad y voluntad de tomar decisiones relevantes, pensar a largo plazo, influir en Madrid, tener presencia y voz en Bruselas... Y en eso Barcelona ha dejado de ser referencia para España.

"Con la demanda de pacto fiscal se entró en una dinámica de grandes mayorías y se perdió la capacidad crítica"

Usted ha hablado de la «deserción» de las élites.

Hay un momento determinante, que es cuando se produce la reivindicación del pacto fiscal, un tsunami de opinión, una mayoría aplastante ante la que era difícil desmarcarse. Se entró en una dinámica de grandes mayorías y se perdió la capacidad crítica. Luego vino otra ola, la del derecho a decidir, un eufemismo para suavizar algo mucho más complicado. Las élites, y no solo las económicas, tendrían que haber levantado la voz, no legitimar esa corriente avasalladora, algo que sí hicieron Carlos Güell o José Manuel Lara. Cuando murieron estas dos figuras fundamentales vi que en Cataluña estábamos transitando de burgueses a ricos.

Cataluña perdió a sus burgueses.

Cuando el dinero es la única finalidad siempre quieres tener más, y te conviertes en alguien temeroso del poder. Eso no solo ha pasado en Cataluña, pero aquí se ha notado más por el papel relevante histórico que tuvo esa burguesía, más importante en relación a otros territorios donde la presencia del Estado ha sido mayor.

Cuando Cataluña recupera influencia, como con la fusión de CaixaBank y Bankia, el secesionismo lo critica.

Esta operación es una excelente oportunidad para, desde Barcelona, influir en el conjunto de España. Que se fusionen un banco de raiz madrileña y otro catalán, los dos con sede en Valencia y conducidos por dos vascos, eso hay que verlo como una oportunidad.

La dialéctica Madrid-Barcelona.

Durante los años de Aznar hay una concentración del poder económico en Madrid, en parte por las políticas del PP pero también por una tendencia global de concentración. En ese momento, que en parte explica la eclosión posterior del «procés», se produce una inquietud y un malestar profundo en Cataluña, donde se tenía la sensación de haber perdido el tren.

«Madrid se va», dijo Maragall en ese momento. La cuestión es, ¿Cataluña puede volver?

En esos años clave se produce un fenómeno inesperado. Surge lo que se ha definido como el «soft power,» una nueva economía surgida de la revolución digital, distinta al «hard power» económico que Madrid capta. Una nueva economía que busca ciudades amables, de encuentro... turismo, empresas digitales... Sin esperarlo, Barcelona, y toda Cataluña si lo hace bien, se encuentran con que tienen todos los atributos y los activos. De ahí viene la eclosión de Barcelona, el Mobile, el atractivo mundial... Los diez años del «procés» han sido una oportunidad perdida para posicionarnos mejor en este nuevo mundo, sí, pero hay dinamismo y conservamos muchos activos. La recuperación es posible.

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