Joan López - BULEVAR

Las elecciones catalanas son algo muy español

«Cataluña parece abocada a dos opciones, a cual más catastrófica, pero no iguales en sus consecuencias»

Ivan Redondo, en una imagen de archivo IGNACIO GIL

Joan López

Para desazón separatista nada es más decisivo en la política española que las elecciones catalanas. Las encuestas no aciertan en coincidir sobre quién va a ganar. Unas apuestan por ERC; otras, por Salvador Illa; otras, por Carles Puigdemont o quizás deberíamos decir por Laura Borràs, que nunca mejor dicho ha borrado del mapa a Puigdemont. En lo que si coinciden todos los estudios es en una desmovilización del votante no independentista.

En 2017, cuando la votación era casi a vida o muerte, tras todos los desastres organizados por el independentismo: declaración unilateral de independencia, suspensión de derechos constitucionales, huelga general salvaje, etc… el catalán medio no nacionalista salió de su letargo, votó y ganó Cs. Hoy, ese catalán no independentista no ve riesgo de separación y va a quedarse en casa regalando así el poder, de nuevo, como siempre, a los de siempre. Craso error, el independentismo no miente: lo volverán a hacer, seguirán empobreciéndonos y, si es preciso, mandarán a nuestros hijos a la cárcel (sic Cuixart).

Cataluña parece abocada a dos opciones, a cual más catastrófica, pero no iguales en sus consecuencias: o el tripartito, que arruinó Cataluña y denigró moral y éticamente a la Generalitat al negociar, de la mano de Josep Lluís Carod-Rovira que ETA asesinará pero fuera de los limites de Cataluña, o la continuidad del gobierno independentista de Puigdemont y Oriol Junqueras, que es garantía de decadencia económica y degradación social infinita. Descuartizamiento o potro, esas son las opciones.

Para todos aquellos que crean que es vital desalojar el «gobierno Frankenstein» que mora en la Moncloa hay que decirles que un resultado que dé pie a un nuevo gobierno independista es la mejor noticia que pueden esperar el domingo 14, dado que si los independentistas pueden seguir pasteleando en Cataluña sin necesidad del apoyo de Pedro Sánchez, los republicanos acabarán llevando a la práctica su grito de guerra: «Me importa un pimiento la gobernabilidad de España», y abandonaráb más temprano que tarde a Sánchez con la excusa de que no les da el referéndum, no les da la amnistía, no les da más dinero o no se lo da todo a la vez.

Un tripartito republicano, socialista y «común-podemita» es la peor noticia para todos los que sufren animadversión a la coalición de Pablo Iglesias con Sánchez, dado que si Illa termina haciendo el papel de muleta del nacionalismo a cambio de la gobernabilidad en Madrid, que en el pasado le correspondió a Raimon Obiols o a Alicia Sánchez Camacho hay «sanchismo» para largo tiempo.

El futuro de la política española se juega en Cataluña. El resultado de Vox y PP no es un tema menor entre partidos sin opción de victoria. Para Sánchez, después de comprobar si Illa es prescindible aritméticamente, o no, para Pere Aragonés y Junqueras, lo que más le interesa es una victoria de Vox sobre el PP, lo que permitirá al PSOE y sus terminales mediáticas hablar de afrancesamiento de la política española: frente al Macron o Le Pen aquí, desde Iván Redondo Productions, nos venderán que frente a Sánchez solo está la opción de Abascal.

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