Cruïlla XXS
Joan Garriga i el Mariatxi Galàctic: Bailar la vida (aunque a veces duela)
«Venía Garriga a presentar 'El ball i el plany' y, al final, el baile le ganó la partida al lamento»

Bailar sentados, ya lo dijo mi compañero Jesús Hierro, no es bailar, pero incluso así, con las posaderas firmemente ancladas en el asiento y las piernas pugnando con cobrar vida propia, se podían espantar los males e inventar nuevas maneras, todas ellas sanitariamente responsables, de entregarse a la infecciosa rumba de Joan Garriga y su Mariatxi Galàctic . Galáctico no por los marcianos o la ciencia ficción, sino por Sisa, de quien el miércoles versionaron «El seté cel» en clave de humeante dub en el tramo final de una velada con la que el Cruïlla XXS empezó a despedirse del Poble Espanyol tras un mes de intensa actividad. Noche grande, pues, para poner a prueba las ganas de juerga de un público que al final un poco sí que se acabó desmelenando, pero sin moverse de su metro cuadrado y (casi siempre) con la mascarilla puesta.
Porque así como Camarón cantaba aquello de «enamorado de la vida aunque a veces duela», las canciones de Garriga hermanan la risa y el llanto («I el riure i el plor són germans, que cantó, fogoso y gozoso, en «Volant») para transformar melodías de fiesta mayor y la sabrosa mezcla de músicas latinas y jamaicanas, de rumba con corazón de reggae y alma de vallenato, en insuperable terapia de grupo. Así era cuando su acordeón estaba al servicio de Dusminguet y La Troba Kung-Fú y así es ahora que, en un formato algo más doméstico, sigue explorando conexiones entre músicas populares y paseando por tabernas sus valses y habaneras.
Venía Garriga a presentar 'El ball i el plany' y, al final, el baile le ganó la partida al lamento en un mano a mano que ejemplificó a la perfección «Ballem!», con ese estribillo que viene que ni pintado para los tiempos que corren («Ballem-li a la vida. Ballem! Encara que trista. Ballem!») y el fuelle inagotable del acordeón.
Sobre el escenario, los cuatro músicos, también sentados quién sabe si para no desentonar en un recinto en el que todo eran sillas numeradas y mesas a la distancia adecuada, iban y venían temporal y geográficamente para rescatar material de Dusminguet («El son») y La Troba Kung-Fú («Flor de primavera», «Volant», «Petit rumberu»), darse gozosos atracones de rumba acompañados por el guitarrista Muchacho Serviole y brincar del raï de «Leila» al embrujo caribeño de «Ai on va l’à…».
Una fiesta total y global reforzada por material más reciente, con notables hallazgos como «La Rumba», «Mariatxis Trance» o «Nocturn», y por la más que evidente complicidad de Garriga con el guitarrista Madjid Fahem , el bajista Marià Roch y el batería Rambo Batista, formación de gala que acabó tocando los siete cielos de Sisa y aún tuvo tiempo para acariciar el octavo, el del Pueblo Español y la montaña de Montjuïc.