Joan Carles Valero - Letras expectativas
Voluntarios de la verdad
¿Quién no ha tuneado su vida al mirar hacia atrás trazando una secuencia perfecta de hechos? Es lo que en cine se llama un buen montaje
Orwell anticipó en '1984' un Ministerio de la Verdad y Putin ya lo ha creado. En 'El músico del Gulag' (Berenice), la última y distópica novela de Manuel Calderón, se aplica implacablemente una Ley de la Verdad con especialistas dedicados a la lectura de periódicos, revistas, libros y tesis doctorales en busca de mentiras. Son los V2, los Voluntarios de la Verdad, chamanes que pueden diferenciar entre lo que es una mentira para ocultar un hecho (nivel 1) de la mentira como falsificación (nivel 2). Una suerte de verificadores, tan necesarios hoy frente a los 'fake'.
El protagonista es un periodista que investiga la vida de Makarov, un acordeonista del metro que de niño tocó ante Stalin. Publica un reportaje sobre este músico y se descubre que es falso, lo que trunca su carrera. La sociedad donde se desarrolla la trama es más proclive a defender la mentira como falsificación, como arte.
Calderón, que se licenció en Filosofía antes de ejercer el periodismo, describe una España en la que está de moda jugar a descubrir qué es falso: los periódicos reservan un espacio al palmarés de mentiras y triunfa en televisión un programa con botes millonarios titulado 'Fake al mejor'. La ficción se considera delito por la idea de que la realidad es una creación manipulada y no somos más que víctimas de una conspiración. Otra moda es participar en sesiones de narcoanálisis con suero de la verdad, a modo de terapias de purificación mental para expulsar la mentira y la culpa derivada en un ejercicio de exorcismo social.
¿Quién no ha tuneado su vida al mirar hacia atrás trazando una secuencia perfecta de hechos? Es lo que en cine se llama un buen montaje. El protagonista de 'El músico del Gulag' acaba inhabilitado para trabajar en medios de comunicación que dispongan de Licencia de Objetividad Contrastada, mientras su esposa le recuerda que la razón no siempre es lo mejor para seguir viviendo. ¿Será verdad?