Joan Carles Valero - Letras expectativas
Hospitalet franquista
Marín, que acaba de nombrar hijo adoptivo al estadounidense John Hoffman, suele ser ingrata con los hijos naturales de su ciudad
El homenaje que rindió ayer el mundo de la cultura a Vicenç Capdevila, exalcalde de Hospitalet, abarrotó l'Harmonia para presentar su libro póstumo sobre Francesc Cambó. Pero sin el protocolo merecido dos años después de morir por Covid-19, al negar la alcaldesa Núria Marín la sala de plenos municipal. Tampoco el actual ayuntamiento tiene voluntad de impulsar la creación de los Premios de Reconocimiento Memorial Vicenç Capdevila que pretende la familia y la asociación Foment de la Informació Crítica, de la que era socio fundador.
Marín, que acaba de nombrar hijo adoptivo al estadounidense John Hoffman, suele ser ingrata con los hijos naturales de su ciudad, máxime si se trata de un alcalde cuya obra de gobierno no resiste comparación con la suya. La densidad en Hospitalet es hoy comparable a la de Hong Kong o Bombay. Pero pudo haber sido peor de no ser por Capdevila, que fue el único alcalde que se resistió a la golosa urbanización.
Hospitalet sigue en deuda con Capdevila. Una parte sustancial de su legado cultural se ha dañado: ya no quedan Aulas de Cultura como él las creó, ni Patronatos de Cultura ni de Deportes, ni un teatro municipal en el centro y la ciudad ha perdido patrimonio y va camino de perder más mientras se sigue construyendo cada palmo libre. Capdevila construyó escuelas, bibliotecas y promovió manifestaciones artísticas gratuitas. También frenó el crecimiento urbanístico al impedir más pisos en Can Serra, Bellvitge y Gornal, que luego reactivó el ayuntamiento socialista. Antes de morir, el político de Centristes denunció que, «para vergüenza de los que gobiernan», no se ha actualizado todavía el Plan General Metropolitano (PGM), que data del año 1976. Y así sigue.
La dinámica edificatoria de Hospitalet es ahora imparable, con más de 3.000 pisos en construcción y la previsión de una veintena de rascacielos en la Gran Vía junto al Hospital de Bellvitge. Más ladrillos sin zonas verdes. Le llaman progreso igual que a Capdevila le llamaron franquista.