Joan Carles Valero - LETRAS EXPECTATIVAS

Contrapoder del consenso

Los cuatro grandes partidos catalanes (PSC, ERC, Junts y comunes) consensuaron en 2019 un plan de actuación y un gobierno que funciona frente al guirigay de la Generalitat

La alcaldesa de Barcelona Ada Colau en el pleno del Consell Metropolità del AMB, en una imagen de archivo EP

Joan Carles Valero

La ley de organización comarcal de Cataluña sirvió en 1987 para crear un nuevo nivel de administración local intermedio entre el municipio y la provincia y para que Jordi Pujol acabara con el contrapoder que suponía la Corporación Metropolitana de Barcelona (CMB) presidida por Pasqual Maragall, que entonces abarcaba 27 municipios incluida la capital, con competencias en la gestión y disciplina urbanística, además de los transportes públicos y de otros servicios. Con el paso del tiempo, se ha comprobado la artificiosidad de comarcas como el Barcelonés, que juntaba Barcelona y Hospitalet, cuyo consejo ya se ha disuelto por ser una entelequia de pura burocracia y dietas para sus miembros.

Transcurridos 35 años desde la disolución de la CMB, el actual Área Metropolitana de Barcelona (AMB) ha crecido hasta los 36 municipios y, además de definir las políticas de suelo y vivienda, fomenta la actividad económica, preserva espacios naturales, controla el medio ambiente y la movilidad urbana con la instauración de la zona de bajas emisiones y la gestión de los transportes públicos, además del suministro y depuración del agua. Los cuatro grandes partidos catalanes (PSC, ERC, Junts y comunes) consensuaron en 2019 un plan de actuación y un gobierno que funciona frente al guirigay de la Generalitat. Hasta tal punto, que se ha convertido en el verdadero motor de Cataluña pese a estar presidido por Ada Colau, entre otras razones porque el AMB está pilotado por un socialista pragmático, su vicepresidente ejecutivo y alcalde de Cornellá, Antonio Balmón.

Otra institución fruto del consenso que afortunadamente funciona y es otro motor económico de Cataluña es Fira de Barcelona, gracias a su ambición y voluntad de liderazgo, planificación a medio y largo plazos y por su modelo de gobernanza colaborativa, que separa claramente la titularidad pública de la gestión privada con empresarios que no cobran ni un céntimo, empezando por su presidente, Pau Relat. Un consenso de éxito que, además, tiene detrás la imbatible metrópoli de Barcelona, la que Peret cantaba que tiene poder.

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