Joan Carles Valero - Letras expectativas

Fin al confín

Hoy, confinar es desterrar a alguien o recluirlo dentro de unos límites, pero la lengua no tiene límites

Ayer fue el primer día laborable tras levantarse totalmente el confinamiento, una palabra muy usada estos últimos tres meses y que es una buena muestra de cómo evoluciona nuestra lengua. Del latín finis hemos heredado fin, que tuvo sus orígenes en femenino hasta los siglos de oro. En el Quijote, Cervantes habla de conservar la vida hasta “la fin del siglo”, señala Lola Pons, historiadora de la lengua y catedrática de la Universidad de Sevilla, que acaba de publicar “El árbol de la lengua” (Arpa).

Pero prosigamos con la evolución de la palabra fin, de la que se deriva final y otras más trascendentes como finado. Del francés proviene finanza, que parte de la idea de que un trabajo se paga a su fin. Como ocurre ahora con los anglicismos, en el siglo XIX la palabra gala “finance” fue rechazada, pero terminó aceptándose por encima del concepto rentístico. También deriva de fin el finiquito, que ya se usaba en el siglo XVI a partir de fin y quito, que significa que está libre.

Contra lo que tiene fin está lo infinito, porque es lo que no tiene límites. Y por eso, lo afín es lo limítrofe, lo emparentado, y los confines son las cosas contiguas. Si trazamos el límite de un concepto lo estamos definiendo porque señalamos dónde se acaba su ámbito. Hoy, confinar es desterrar a alguien o recluirlo dentro de unos límites, pero la lengua no tiene límites.

La lengua y sus palabras nos permiten representar al mundo, al igual que lo hace el arte. Wittgenstein decía que los límites de la realidad son las palabras, poderosos instrumentos con los que explicarnos y nos explicamos ante el mundo. La lengua condiciona en el sentido que nuestros pensamientos se materializan verbalmente, pero en absoluto limita nuestra capacidad cognitiva.

La lengua es la mejor herramienta que el ser humano ha sido capaz de crear y alimentar. Por eso, cuando nuestros estudiantes o cualquier ciudadano dice que no sabe explicarse, lo que evidencian es el fracaso del sistema educativo, porque están diciendo que no saben hacerse entender y, por lo tanto, tampoco entienden al médico que se dirige a ellos o a cualquiera que les explica algo. La solución la apunta Lola Pons: hay que aficionar a los niños a leer como la mejor forma de fortalecer su riqueza léxica, pero también ortográfica y sintáctica. Evitaremos confinar sus mentes.

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