Carrera de gallinas

Cataluña vive permanentemente en el juego de la gallina, el reto suicida de coches que inmortalizó Nicholas Ray en ‘Rebelde sin causa’, pero sin la testosterona de los veinteañeros James Dean y Corey Allen a los volantes ni con Natalie Wood dando la salida.

ERC y Junts conducen hacia el precipicio esperando que el primero en saltar sea el gallina y el vencedor se mate como ocurre en la película.

Una paradigmática situación de la teoría de juegos, junto al dilema del prisionero, que sufrimos desde 2017 los catalanes y resto de españoles que nos sentimos concernidos por el kamikaze ‘procés’.

Ninguno de los dos quiere ceder y retrasa las concesiones pensando que al final de la negociación aparecerá el sentido común en el otro que le obligue a ceder para evitar el desastre . Han pasado 72 días de las elecciones y Cataluña acumula 7,5 meses sin presidente de la Generalitat, porque Torra optó por inhabilitar el vehículo antes de hacerse daño y ahora contempla las carreras de Junqueras y Puigdemont desde la tranquilidad del sueldo de 122.000 euros en boxes de su palaciego despacho gerundense en Casa Solterra. El corredor de seguros bien que aseguró su futuro.

Mientras, Cataluña sigue perdiendo fuelle económico . En el barómetro de primavera de la Cámara de Comercio Alemana para España, las empresas con presencia en nuestra comunidad recelan por la incertidumbre y la falta de interlocutores en la Generalitat y frenan inversiones. Las multinacionales germanas recuerdan que Cataluña no está sola en el mundo y que sus principales competidores son sus mismas filiales en otros países con un marco económico, político y de seguridad jurídica más estables y con un coste de la energía más competitivo.

Con la distribución de los fondos europeos Next Generation ocurre otro tanto: ante la falta de interlocutores en la Generalitat, Moncloa los administrará como quiera porque aquí estamos entretenidos con una nueva carrera de gallinas.