Joan Carles Valero - Letras expectativas

Argocapitalismo

«Los datos conductuales secundarios almacenados en el caché de nuestros dispositivos tecnológicos constituyen una verdadero y amplio sensor de nuestro comportamiento»

Joan Carles Valero

Prolifera el trastorno psicológico conocido como «miedo a perderse algo» (FOMO por sus iniciales inglesas). Esa nueva forma de ansiedad no solo hace mella entre los jóvenes. La padecen quienes consultan de forma compulsiva sus dispositivos tecnológicos. Afortunadamente, los españoles hicimos valer nuestra condición humana cuando desafiamos en 2011 a Google al reclamar nuestro «derecho al olvido». Fue un hito histórico, una alerta temprana de la pesadilla que se avecinaba porque el futuro digital no iba a ser tan justo y democrático como inicialmente se presentaba. Un nuevo mercado ha surgido de la evolución tecnológica del capitalismo: el mercado de futuros conductuales. Un negocio de la realidad donde se venden y se compran predicciones sobre el comportamiento de las personas, gracias a la materia prima de todos los aspectos de la experiencia humana que regalamos constantemente a las plataformas tecnológicas con las que interactuamos.

El catedrático Enrique López, en su discurso de ingreso como académico numerario de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras (RACEF), ha desarrollado el concepto de argocapitalismo en la era del acercamiento digital como la cara predictiva o anticipadora de comportamiento (manejo de datos) inspirada en el mito griego de Jasón y los argonautas. La visión del Estado Gran Hermano orweliano ha mutado en una arquitectura digital omnipresente que configura un «Gran Otro», en palabras de Shoshana Zudoff, autora de «La era del capitalismo de vigilancia» (Paidós).

Las abejas no son demócratas, pero socialmente están perfectamente organizadas con criterios de máxima eficiencia. Esa visión de sociedad colmena es la derivada de las predicciones que se pueden realizar sobre nuestros comportamientos y anhelos, gracias a la minería de datos a partir de nuestra interacción digital. Se ha podido comprobar en Asia con las aplicaciones móviles sanitarias para hacer frente al Covid-19, que todos aceptamos mientras se garantice el anonimato. Los datos conductuales secundarios almacenados en el caché de nuestros dispositivos tecnológicos constituyen una verdadero y amplio sensor de nuestro comportamiento, de modo que quienes patrimonializan esas minas que capturan el excedente conductual serán los amos del mundo. Un poder omnímodo ajeno a la regulación, porque la tecnología se mueve mucho más rápido que ninguna administración pública.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación