El inspector Méndez también fue joven

Victoria González Torralba indaga en las raíces del personaje de Francisco González Ledesma

Victoria González Torralba, fotografiada en Barcelona INÉS BAUCELLS

SERGI DORIA

«¿Fue Méndez joven alguna vez? Obviamente no, pero hubo un tiempo en que tuvo diecisiete años». Corría 1983 cuando Francisco González Ledesma dibujó el retrato robot del inspector Méndez en «Expediente Barcelona», antihéroe desencantado que fue resolviendo casos en «Las calles de nuestros padres», «Crónica sentimental en rojo», «La dama de Cachemira», «Historia de Dios en una esquina»… Una decena de novelas que concluyó con la muerte del personaje y de su autor.

Victoria González Torralba había comentado con su padre la posibilidad de una precuela que hablara de la juventud del inspector: «Los personajes de novela negra nos llegan ‘explicados’ y de Méndez solo sabemos que es triste, sucio, solitario… Mi padre, que siempre tenía tres o cuatro novelas en la cabeza, nunca me explicó el porqué de ese carácter», apunta. De ahí la idea de escribir «Llámame Méndez» (Planeta): «Remontarnos a la adolescencia del personaje y conocer cómo surge su relación con la policía».

La Barcelona de la juventud de Méndez es la de 1945. Una muchacha con la que el protagonista había mantenido una relación aparece brutalmente asesinada en la montaña de Montjuïc: en su garganta, a modo de collar, las tripas de un animal y un dedo amputado sobre su pecho.

Como escenario de la investigación, el barrio del Poble Sec –donde nació González Ledesma–, el Paralelo y las calles del Barrio Chino. «De aquella ciudad de posguerra prácticamente ya no queda nada y muchas referencias las extraje de las memorias de mi padre –“Historia de mis calles”– y del Archivo Histórico de Fotografía», explica la autora.

Nos preguntamos cómo era ese Méndez de diecisiete años, un perdedor que acaba colaborando con un comisario que combatió en la División Azul tiznado, también, por la amargura: «Imagino un Méndez moreno y enclenque por la mala alimentación del racionamiento en el que ya asoman unos ojos de serpiente vieja, incapaz de desprenderse de la piel del fracaso». Mientras iba escribiendo «Llámame Méndez» Victoria Gónzalez Torralba sintió la presencia de su padre: «Ha sido como si me hablara al oído… He recordado muchas de las historias que me contó sobre su educación emocional. Es una forma de cerrar el círculo».

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