Ángel Puertas - Por Hontonares
La Inquisición aún vive
Desaparecida la Inquisición las luchas dejaron de ser teológicas y se convirtieron en ideológicas
Durante trescientos años nuestros antepasados fueron educados en la convicción de que la discrepancia teológica equivalía a diferencia moral. Afirmar que Jesús es el Mesías implicaba estar en el lado de los justos, creer que era un simple profeta suponía estar en el de los malvados. Pensar que la confesión de los pecados es innecesaria para la salvación eterna suponía seguir la senda recta, opinar lo contrario, la siniestra.
Cuestiones subjetivas y de muy difícil probanza se convertían en la divisoria entre el Bien y el Mal. Durante siglos a todos nuestros ancestros, desde púlpitos, cátedras y tribunas, en discursos, bandos y sonetos, se les enseñó que con el mal no se dialoga ni se pacta, sino que se le combate, censura, aísla, aherroja, expulsa o se le quema en pública hoguera. Contra el disidente todo vale. Al discrepante, ni agua.
La Inquisición, contra lo que se piensa vulgarmente, segó muchas menos vidas en España que la caza de brujas en Holanda o que las matanzas de católicos y protestantes en Francia, Inglaterra o Alemania. Pero dejó hondas secuelas en nuestro país, pues inhabilitó a varias generaciones en el aprendizaje de la convivencia, en el arte de aceptar al disidente.
Desaparecida la Inquisición las luchas dejaron de ser teológicas y se convirtieron en ideológicas. Padres que jalean la persecución de judíos y protestantes crían hijos (carlistas o liberales) que hostigan al discrepante.
Cambia la letra de las ideologías, pero la música, el ritmo, el ademán, la actitud, todo aquello que se comunica sin reparar en ello, se transmite inconscientemente de generación en generación.
Por ahora no hay manera de que la derecha o la izquierda formen un gobierno de coalición como hacen en Alemania, Austria, Suiza, Bélgica, Italia… y tantos otros países. Todavía quedan españoles que sienten que pactar con el otro bando equivale a no tener principios, que la mutua cesión es una renuncia inaceptable. No conciben que para convivir hay que aceptar al otro, pero ¿cómo pactar con el discrepante cuando se ha mamado que el disidente es alguien movido por espurios intereses? No se puede concertar nada con aquel a quien se le atisban malignas intenciones. Para muchos ser de derechas equivale a ser un inmoral que se refocila en el sufrimiento de los más necesitados. Para otros ser de izquierdas implica ser un supino ignorante cargado de envidia y resentimiento. ¿Cuándo nos daremos permiso para enterrar definitivamente la Inquisición?
Ángel Puertas es jurista.