Joan Carles Valero - Letras expectativas
Lo impensable
De momento, la miopía de los acomodados impide apreciar que las desigualdades son el origen de todos los populismos en Europa
ESPAÑA, como Barcelona, son historias de éxito. Antes de la entrada en la Unión Europea y de los Juegos de 1992, éramos prácticamente inexistentes y ahora somos un país exportador neto de capital y el destino urbano más atractivo del momento. Afortunadamente, la capacidad de la política para estropearlo es limitada. El president Carles Puigdemont lo reconocía la semana pasada en un almuerzo con los miembros de la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD) y la consultora Deloitte, al afirmar que la marca Barcelona es tan potente que incluso resistirá la mala praxis política de Ada Colau.
Hasta el momento, los errores de la alcaldesa de Barcelona los ha sabido aprovechar Nuria Marín, la primera edil de L’Hospitalet, ciudad que encarna otro ejemplo de éxito. En menos de cuatro dédadas, el segundo municipio de Cataluna, que estaba predestinado a ser un suburbio, le ha dado la vuelta a su futuro para convertirse, entre otras cosas impensables, un polo de atracción turística. La ubicación del recinto ferial de Granvia puso las bases de una importante plaza hotelera, avivada por la moratoria turística de Colau. También es una ciudad emergente para proyectos de biomedicina y de industrias culturales, así como sede de multinacionales, atraidas por el nuevo eje de centralidad metropolitano de la plaza Europa. En el caso de L’Hospitalet, está claro que la incertidumbre que genera la política de Barcelona se ha convertido en una oportunidad.
Amancio López, presidente del grupo Hotusa, organizó el jueves en el Hotel Eurostars Grand Marina un «duelo» con público a cargo de dos economistas de altos vuelos: Antón Costas y Josep Piqué. Tanto el socialdemócrata como el liberal coincidieron al afirmar que la incertidumbre en la que vive hoy el mundo es como una neblina que impide ver y que bloquea el avance. Y que las desigualdades son el principal cáncer de las sociedades democráticas.
De momento, la miopía de los acomodados impide apreciar que las desigualdades son el origen de todos los populismos en Europa, tanto los nacionalistas como los extremismos a izquierda y derecha. Las mismas élites tampoco aprecian que en la revolución digital la soberanía recae en los ciudadanos-consumidores. Y que ante la disyuntiva de una vida a dos velocidades, los que se quedan en el arcén pueden acabar cruzándose. Hasta el punto de que ocurra lo impensable. Como que Donald Trump acabe ganando las elecciones presidenciales.