CORONAVIUS CATALUÑA
Igualada, el Bérgamo español
Sus vecinos, que llevan dos semanas de confinamiento perimetral, exigen medidas para reducir los contagios
![Igualada, el Bérgamo español](https://s3.abcstatics.com/media/espana/2020/03/29/igu-U30744148996djB-U51765004628DSW-1248x698@abc.jpg)
Son ya 18 días. Los cerca de 70.000 vecinos confinados de Igualada (Barcelona) y sus tres municipios colindantes se han acostumbrado a vivir en una burbuja, aislados del exterior, pero el número cada vez más aterrador de casos y la sensación de que no llegan las soluciones necesarias empieza a pasar factura a una población cada vez más angustiada. La afectación en la zona, que acumula 61 muertos y un tasa de mortalidad espeluznante -de 63 por cada 100.000 habitantes frente por ejemplo a 23 en Madrid, según datos recientes de la Generalitat -, llevó hace casi tres semanas al Gobierno catalán a obligar a un confinamiento perimetral. Los controles policiales no han servido para parar el contagio en una zona que se siente la Bérgamo española por su alta afectación de casos.
Con el estado de alarma decretado por el Gobierno, los registros a lo «check point» se han mantenido y, con las cifras todavía in crescendo , el gobierno catalán intentó ir un paso adelante y ejecutar un confinamiento total con una aprobación sin efecto alguno pues la Generalitat carece de las competencias para ello. El Ministerio de Sanidad oficializó el jueves la prórroga de 15 días más del confinamiento perimetral para los municipios afectados, que son Igualada, Vilanova del Camí, Santa Margarida de Montbui y Òdena.
Los ayuntamientos implicados, cada vez más indignados, exigen a ambas administraciones que se dejen de polémicas políticas y hagan más, y más viendo que ya suman, según el último parte de este sábado, 61 defunciones y 533 positivos . Hace dos semanas, cuando saltaron las alarmas y el Govern habló por primera vez de un «brote de excepcionalidad» en la zona, los infectados eran 20.
«Primero eran cifras, ahora casos conocidos»
Política a banda, la zona cero es cada vez más fantasmagórica. «Por la mañana la gente sale lo justo y por la tarde esto es un desierto: el otro día salí y solo tenía ganas de volver a casa corriendo », cuenta a ABC Georgina, una confinada. «El problema es que primero veíamos cifras pero ahora han pasado a ser casos conocidos: un vecino, el padre de un compañero de trabajo…», comenta Esther, otra recluida.
Ambas respiran aliviadas porque, de momento, el Covid-19 no ha llegado a sus casas, pero no acaban de acostumbrarse a ver su ciudad con un silencio sepulcral allí donde antes había bullicio. En Igualada, con unos 40.000 habitantes, cada vez es más imposible no tener un caso próximo y el hecho de que empiecen a aparecer jóvenes contagiados está alimentando los peores temores.
Por eso, la unanimidad es total en que hace falta más. El alcalde de Igualada, Marc Castells -que se ha erigido como la voz del territorio en esta crisis- ha basado durante los últimos días buena parte de sus energías en exigir un refuerzo de personal y material para el hospital de su municipio, que opera como centro de referencia comarcal y que fue el foco de contagio . Esta última semana, con el aterrizaje de los tests rápidos de detección a España, su petición ha sido clara: una partida para poder tener cartografiada la salud de la zona , como le aconsejan los epidemiólogos con los que han contactado los líderes locales, «porque es evidente que el contagio está dentro de nuestras casas», defiende.
«Encerrados y sin llave»
«Nos sentimos como si nos hubieran cerrado la puerta y tirado la llave. No es normal es que si somos una zona con afectación extraordinaria no tengamos medidas extraordinarias», lamentaba Castells ayer mismo en su comparecencia telemática diaria para explicar la situación y lanzar mensajes a su población. Por la tarde, además, se «reunió» por videoconferencia con su homónimo en Bérgamo -la ciudad más azotada por el Covid-19 en Italia, con quien por desgracia se comparan desde el municipio catalán- y técnicos de Cruz Roja de ambos puntos, para compartir inquietudes y todo tipo de ayuda.
Con el doble confinamiento de esta zona, conocida como la Conca d'Òdena, han quedado encalladas muchas casuísticas familiares. Unos 10.000 empleados quedaron encallados y sin la baja laboral a menos que estuvieran infectados o en cuarentena preventiva. «Es una zona con muchos polígonos donde no sirve el teletrabajo», apunta a ABC Alfonsa Santisteban, coordinadora comarcal de CC.OO. Las barreras impuestas también afectaron duramente a muchas empresas confinadas , que podían trabajar pero no recibir mercancía. Para resolverlo, hace poco más de una semana habilitaron una especie de aduanas .
También se estima en la zona unos 2.000 empleados afectados por ERTEs . Fuentes municipales de Igualada ratifican que tras una oleada los primeros días de consultas de todo tipo, ahora el 80% de las llamadas a la oficina de atención al ciudadano tenían que ver con cuestiones laborales.
Todavía peor son las decenas de vidas familiares truncadas por esta situación, especialmente de quienes tienen familiares ingresados en Igualada y viven fuera o, a la inversa, habitantes de esta zona cero que no pueden ir a ver a sus allegados que han sido trasladados por el coronavirus al hospital de Manresa o a Bellvitge.
Hospital cuestionado
«Yo estoy en el grupo de riesgo y me han anulado visitas importantes», explica una vecina de la zona que no quiere dar su nombre y que es muy crítica con la situación sanitaria de la zona. «Esto nos tiene que hacer reaccionar sobre cómo teníamos el hospital. Es vox populi que tenía muchas carencias, lo típico era decir: 'Uy, que no te ingresen allí'….», explica.
El centro sanitario, de hecho, está bajo mínimos y está siendo ayudado por el Hospital de Bellvitge. Con 152 profesionales contagiados y decenas en aislamiento preventivo, sigue recibiendo cada día unos 25 o 30 infectados. Por ese motivo y porque para la próxima semana se augura el pico, en breve se abrirá un hospital de campaña en la zona con 100 camas. «Tenemos que estar preparados, sobre todo mentalmente, pero hay que recordar que no estamos en un pozo: esto es un túnel y cada vez tenemos la salida más cerca», recordaba ayer Castells a sus convecinos.