Bernardo Fernández - TRIBUNA ABIERTA
Hacer de la necesidad virtud
Me ha generado un moderado optimismo la voluntad de diálogo mostrada por la vicepresidenta del Gobierno
Me ha sorprendido gratamente el cambio de talante con que el Gobierno del PP está afrontando algunas cuestiones en este inicio de legislatura. Cambio, sin duda alguna, motivado por la nueva correlación de fuerzas existente en el Congreso de los diputados. Cierto. Pero, cambio al fin. Con el tiempo y el devenir de los acontecimientos sabremos si ese movimiento es sincero o, simplemente, un postureo.
Parece que los populares han decidido hacer de la necesidad virtud. Por eso, me ha generado un moderado optimismo la voluntad de diálogo mostrada por la vicepresidenta del Ejecutivo, Soraya Sáenz de Santamaría, así como el nombramiento de Enric Millo, como delegado del Gobierno en Cataluña.
Conocí a Millo siento portavoz adjunto de Unió en el parlamento catalán, y puedo dar fe de su afabilidad, capacidad de diálogo y voluntad para llegar a acuerdos.
Frente a esa predisposición, sorprende la actitud del presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, que pide diálogo con “la condición de que no haya condiciones” y, simultáneamente, exige “bilateralidad” porque “el pueblo catalán se lo ha ganado”. Sin comentarios.
No le falta razón al delegado del Gobierno cuando sostiene que hay cosas que deben negociarse directamente entre el Gobierno central y el catalán, mientras que otros asuntos es mejor tratarlos en comisiones multilaterales. Y eso es, justamente, lo que hizo el vicepresidente, Junqueras, asistiendo al Consejo de Política Fiscal y Financiera, celebrado recientemente. Sin embargo, Puigdemont se niega a asistir a la conferencia de Presidentes autonómicos convocada para el próximo 17 de enero. Sin duda, evidente disparidad de talantes.
Ciertamente, no ayudarán los desaires ni una pretendida superioridad moral a desencallar el conflicto. Pero tampoco, la judicialización de la política, sacralizar las normas establecidas y el menosprecio al otro, son factores para el entendimiento.
Pues bien, con este panorama de fondo, algunos opinan que la oferta de diálogo, hecha por el Gobierno central para encauzar el “problema catalán”, llega tarde y, además, es insuficiente. Es posible, pero, en cualquier caso, siempre es preferible el diálogo, aunque sea raquítico, la negociación y el pacto a la algarada en la calle, la falta de respeto a los símbolos institucionales y al desprecio a la legalidad que es lo que sucede cuando la gobernabilidad de un país se confía a los antisistema.
Ha llegado el momento de decidir: o diálogo o desastre. No hay mucho más.