Joan Carles Valero - Letras expectativas
La guerra desde el Majestic
Los países totalitarios enviaban periodistas al bando correspondiente a la ideología de sus dictadores
LA primera víctima de una guerra es siempre la verdad. El padre del estado alemán, Otto won Bismarck, completó el aforismo: «Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería». Ninguna guerra ha suscitado tantas pasiones como la civil española, puesto que entre el 36 y el 39 se libró una abierta lucha entre las ideologías enfrentadas en el mundo. Por ello se desplazaron como corresponsales primeros espadas del periodismo y consgrados escritores, como Ernest Hemingway, George Orwell, Antoine de Sant-Exupéry, Indro Montanelli o Luigi Barzini en el bando fascista..
El periodista y doctor en Humanidades, Daniel Araza, desmonta en su libro «De Hemingway a Barzini» el mito de que la guerra civil española generó un gran periodismo. Más bien al contrario: la parcialidad supuso su derrota aunque las tendenciosas crónicas estuvieran escritas de manera excelsa. Algunos sustituyeron la pluma por el fusil, como Orwell, que se alistó en las milicias del POUM. El libro aporta novedades sobre los corresponsales extranjeros destacados en los dos bandos, porque hasta ahora sólo se había prestado atención al republicano.
Los países totalitarios enviaban periodistas al bando correspondiente a la ideología de sus dictadores. Así, los rusos cosecharon el republicanismo y los alemanes e italianos el fascismo. Hubo, sin embargo, notables excepciones, como The New York Times, que envió a un periodista a cada bando y publicaba las dos versiones.
El papel de los jefes de prensa fue determinante. En el bando franquista, la atención y el trato a los corresponsales extranjeros fue muy deficiente en la primera etapa de la guerra, de la mano del «jefe de prensa» Luis Bolín, que fue el conseguidor del avión Dragon Rapide que transportó a Franco desde Canarias al territorio español de Marruecos, un viaje con el que comenzó la guerra
Por contra, en el bando republicano ofició de comisario de propaganda en Barcelona Jaume Miravitlles, quien procuró toda suerte de parabienes a los corresponsales extranjeros, que siguieron a cuerpo de rey la batalla del Ebro desde el hotel Majestic, donde tenían su sede. La mayoría no llegó a pisar el frente de batalla y sintieron como propios los partes de guerra. Más o menos como ahora con Internet.