Antoni Fernández Teixidó - Tribuna abierta

Una grave anomalía

«Como corolario del procés y del juicio, la vida cotidiana de los ciudadanos discurre entre la agitación y la propaganda de las fuerzas que se reclaman del soberanismo»

Desde hace unos años, los catalanes vivimos en unas circunstancias profundamente anómalas. Nos han embarcado en un largo y duro procés que tiene como objetivo último conseguir la separación de España, renunciando a Europa si hiciera falta. Sin un horizonte claro, el barco va a la deriva pero no se detendrá. Asimismo, el país vive pendiente de la celebración de un juicio que ha sentado en el banquillo a los líderes independentistas más destacados. No son presos políticos, son políticos presos, que hacen frente al inevitable trámite de ser juzgados.

Como corolario del procés y del juicio, la vida cotidiana de los ciudadanos discurre entre la agitación y la propaganda de las fuerzas que se reclaman del soberanismo. Completa este universo, la existencia de un gobierno liderado por un president, vicario de otro expresident, incapaz de gestión política alguna. De modo, que el balance de su acción de gobierno es sencillamente ruinoso. Todas ellas son anomalías de extraordinaria gravedad, y el hecho de que buena parte de la ciudadanía catalana se haya resignado ante esta situación no justifica el desvarío permanente en el que vivimos.

No obstante, queda otra derivada producto del escenario arriba comentado. En Cataluña, el eje izquierda-derecha se ha desfigurado notablemente. Parecería que para el grueso de los independentistas y los comunes, el estatuto de la nación está por encima de las concepciones políticas y programáticas que deberían presidir el debate, como era habitual hace siete años. Sorprendentemente, las diferencias en los ámbitos político, económico y social para la materialización de sus iniciativas no tiene apenas importancia. Lo vamos a comprobar sobradamente en el próximo ciclo electoral.

Los debates más destacados serán el disparatado procés, el derecho a la autodeterminación, la libertad de los políticos presos, la presencia de los símbolos amarillos en el espacio público, el diseño de la república inexistente, etc. Las cuestiones que realmente importan, como son la evolución de la economía, el mercado de trabajo, el impacto negativo de la subida del salario mínimo, la política de pensiones, el descenso del nivel de la inversión extranjera, las listas de espera en la sanidad y en la vivienda pública, pasan a un segundo lugar, en el mejor de los casos. El eje nacional devora inmisericorde el eje izquierda-derecha, y les aseguro que las consecuencias son funestas para los catalanes. Probablemente lo son para el resto de los españoles. Y la peor noticia, veo muy difícil revertir la tendencia y solventar esta grave anomalía.

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