La política que vale la pena

El primer día en la pizarra quedó establecido el horario de mi hijo, en el que por la mañana hace las tareas escolares conmigo y por la tarde con su padre que teletrabaja. Eso ha ordenado nuestro confinamiento. Y sus actividades extraescolares, como una fiesta de cumpleaños por videoconferencia de una compañera del cole, son lo que lo hace entretenido y variado.

En mis videoconferencias intento transmitir la misma proximidad que logra Marcus con sus compañeros. Estoy en contacto permanente con alcaldesas y con la multitud de compañeros que participan de los chats del partido sobre salud, servicios sociales, educación y seguridad. Los responsables políticos confinados nos esforzamos en ser lo más útiles posible a los que están en primera línea. Intento ayudar a canalizar soluciones a necesidades urgentes: cómo distribuir las tarjetas de las becas comedor o cómo proteger a nuestros mayores, así como mantener el contacto con representantes de trabajadores y empresariado. Cada día es diferente. Todos ciertamente intensos.

Con los diputados estamos explorando las ideas de políticos y economistas para hacer frente a la crisis y para generar cambios reales. Siento que hemos aprendido poco o nada de la crisis de 2008 y que esta vez debe ser diferente. No puede volver a ocurrir que los más vulnerables y los que están en primera línea dando la cara sean los que más sufran los efectos de la crisis. Ahora, más que nunca, debemos aprender y ser capaces de llegar a un consenso radical de cambio. Hoy, más que nunca, está claro que la única política que vale la pena es la que trabaja para unir y compartir, la política que trabaja para la cohesión de todos.

Sin duda, un gran logro ha sido hacer un tutorial a distancia con el que mi madre, que pasa el confinamiento sola, ha conseguido participar del grupo familiar de whatsapp web. Y quién me ha visto y quién me ve: hago una rutina diaria de Pilates. He acabado El corazón de Inglaterra (sobre los que votaron por el Brexit y ganaron), ahora estoy con El Consuelo (en el que Anna Gavalda cuenta una historia de uno que se replanteó la vida) y me espera El mal pare (una novela de Pep Prieto que promete un montón). Avanzando a paso de tortuga con la serie The Crown.

Pero cada día siguen llegando noticias de personas cercanas que han perdido a un ser querido y todos llevamos mal no poder abrazarnos en momentos así.