Miquel Porta Perales - EL OASIS CATALÁN

Feligreses

El independentismo, instalado en su estanque dorado, necesita crecer y solo puede hacerlo hacia la izquierda

La Assemblea Nacional Catalana, Òmnium Cultural y la Associació de Municipis per la Independència –esto es, la fiel infantería, los comerciales y los figurantes del “proceso”: ¿dónde están los palmeros encarnados en Súmate?- concelebraron en Barcelona una concentración en defensa de la Democracia. Quienes incumplen la legislación del Estado de derecho y desobedecen las resoluciones de los Altos Tribunales, salen a la calle en defensa de la Democracia. Cosas del proceso. El mundo al revés. ¿Cómo interpretar la concentración? Primera clave: el independentismo necesita victimizarse –épica de baratillo-, cohesionar a la parroquia y mostrar a los creyentes que hay una España intolerante que judicializa la política –la judicialización sigue siendo la moda prêt-à-porter del otoño e invierno independentistas- para silenciar el “mandato democrático” del pueblo y la nación catalana. Segunda clave: el independentismo necesita escenificar la unidad y la fuerza del soberanismo. Para ser más exactos, el independentismo necesita incorporar a sus ferias y festejos a los llamados “comunes” que giran alrededor del colauismo. El independentismo, instalado en su estanque dorado, necesita crecer y solo puede hacerlo hacia la izquierda. Descartado el PSC, a pesar de su coqueteo con el llamado “derecho a decidir”, el independentismo mira hacia una izquierda antisistema que ganaría las próximas elecciones autonómicas que podrían celebrarse en la segunda mitad del próximo año. Por su parte, los comunes colauistas y asimilados se dejan querer –es decir, aceptan el chantaje independentista-, porque cualquier otra alternativa lesionaría sus intereses electorales al aproximarles a Ciudadanos, el PSC y el PP.

Más allá del tacticismo, en la concentración del pasado domingo se percibe el tic populista y reactivo de un independentismo que prescribe la realidad por decreto y construye la imagen del enemigo permanente con la intención de movilizar a clientes, seguidores, adeptos, devotos y feligreses.

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