José García Domínguez - PUNTO DE FUGA
Felicidades, Ridao
Lo en verdad raro no es que el patriota Ridao y la otra señora estén amorrados de modo vitalicio, entre otros miles de conmilitones suyos, al pilón del presupuesto catalán.
Contraviniendo todas las leyes conocidas de la probabilidad estadística, desde la campana de Gauss a la distribución de Bernouilli, acaba de producirse la extraordinaria contingencia de que los dos afortunados ganadores de las oposiciones a sendas plazas de letrados del Parlament, muy preciados empleos públicos que los más cualificados funcionarios de carrera soñarían ocupar, han resultado ser, ¡oh casualidad!, el señor Ridao, exdiputado de la Esquerra y patriota profesional desde los tiempos de María Castaña, y una chica de la ANC también perita en labores de agitación nacionalista al por mayor, ocupación callejera a la que igualmente ha dedicado la mayor parte de su tiempo en este valle de lágrimas.
Nada nuevo bajo el sol, por lo demás. A fin de cuentas, es sabido que el nepotismo consentido, ese primer escalón germinal de toda cleptocracia institucionalizada que se precie, lejos de encarnar una lacra de la vida pública catalana, ha representado desde el principio de la autonomía la vergonzante e inconfesable garantía de su estabilidad, el sórdido lubricante llamado a engrasar el funcionamiento cotidiano de la cosa pública. Aunque, si bien se mira, lo en verdad raro no es que el patriota Ridao y la otra señora estén amorrados de modo vitalicio, entre otros miles de conmilitones suyos, al pilón del presupuesto catalán. El genuino misterio es que haya algunos sitios en el mundo donde eso no ocurre. Que en esta Cataluña que se presume tan europea acontezca lo mismo que en Marruecos, en Zambia o en Guatemala, en el fondo, es lo que se espera. Lo verdaderamente raro es lo contrario: que en Dinamarca o en Alemania, por ejemplo, no haya un Ridao enchufado en cada sede oficial. Designar para los puestos de máxima responsabilidad y relevancia a las personas más cualificadas, con independencia de su relación de proximidad con el poder, crear un una administración pública impersonal, es algo que va en contra de nuestras inclinaciones biológicas más profundas. Por eso, lo normal, decía, es lo de aquí. Felicidades, Ridao.