De fascista y otros vómitos

Aquí, por menos de nada te llaman fascista. O te lo escriben a la puerta de tu casa con pintura roja. O te lo sueltan por internet en aras de no se sabe muy bien qué libertad. Claro, que si uno se va en busca de lo que significa el fascismo nos encontramos que el que se encuadra dentro de la definición es más el que pinta y el que insulta, que el pintado e insultado. Que si hablamos de origen ideológico nos vamos contra el liberalismo y las democracias parlamentarias, y si ahondamos en los hechos llegamos a eso de la violencia, la represión y la propaganda.

Ahora resulta que fascista es quien va contra el pensamiento único, quien busca la libertad contra la imposición, contra las amenazas y los insultos, que llegan en persona o a través de todo el entramado de redes que permiten lanzar la piedra y esconder la mano. Y que casualidad, que todo lo que por allí se vomita con cobardía viene de los que se arrogan con todos los derechos para llamar fascista a cualquiera que con ellos discrepe.

De todo esto sabemos los aficionados a los toros. De insultos y agresiones, de que te llamaran fascista y asesino a las puertas de la Monumental... Y la cosa ni se paró entonces, ni se para ahora, que, lamentablemente, todo esto de la globalización también sirve para vomitar odio no solo en Cataluña. El pasado sábado murió Adrián, un niño de ocho años enfermo de cáncer, que su único pecado era soñar con ser torero. El pasado mes de octubre los toreros lo sacaron a hombros de la plaza de Valencia tras un festival en su honor para recaudar fondos para la lucha contra el cáncer. Entonces soportó hasta que se deseara su muerte. Ya ha muerto, y ahora hay quien se alegra porque así no podrá ser torero. ¿En nombre de qué libertad? Y se atreven a llamarnos fascistas...