El espectro de la Barcelona que dejó de existir

Ramón de España rescata en su libro 'Barcelona fantasma' las personas y lugares que marcaron su juventud entre los años 60 y los 80

Jaume Sisa, durante una actuación en los años setenta ABC
Sergi Doria

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Un callejero preolímpico y algún amarillento ejemplar de la Guía del Ocio pueden ayudar a recomponer la Barcelona de nuestros placeres juveniles. En 'Barcelona fantasma' (Vegueta), Ramón de España (Barcelona, 1956) dedica un centenar de capítulos, que vieron la luz en 'Crónica Global', a las «personas y lugares que ya no existen».

El fantasmal nomenclátor se distribuye en tres capas, advierte Javier Cercas en el prólogo: la Barcelona que conoce la plenitud en el tardofranquismo y la Transición, empieza a morir de éxito tras las Olimpiadas y fenece con el 'procés'; la ciudad de la generación años ochenta: «una variopinta galería de tipos memorables -suicidas, alcohólicos, frustrados, excéntricos sin remisión-» que cumplieron el lema del vivir rápido y morir joven; y el propio De España: «Ese tipo que protege tras una muralla erizada de cultura y de sarcasmos al hombre leal, entrañable, solitario, dicharachero y a la vez un poco hermético que solo conocen sus amigos».

Si Borges aseguraba que al dibujar un mapa del mundo puede trazarse el rostro de un hombre, 'Barcelona fantasma' es la autobiografía de su autor. La ciudad que hasta finales de los setenta fue el santo y seña del cosmopolitismo entona, cuarenta años después, el melancólico estribillo de lo que pudo haber sido y no fue. Con más humor que nostalgia y la autocrítica que vacuna contra la necrofilia, De España considera frustrado el sueño de su generación: «Algunos creímos que la Barcelona del futuro no iba a tener nada que ver con la que nos han acabado endilgando los nacionalistas».

'Barcelona fantasma' del Zeleste de Víctor Jou con sus parroquianos habituales: Sisa, la Voss del Trópico, Gato Pérez o Carlos Flavià; los «bailes selectos del Cibeles» en Córcega que frecuentaba el pintor Carles Pazos; las películas de culto del Alexis en Rambla Cataluña que programaba el Círculo A de Jaume Figueras; las producciones de Pepón Corominas como 'Bilbao' de Bigas Luna o 'Pepi, Luci, Bom' de un desconocido Almodóvar; el primer Gimlet de Javier de las Muelas en el Borne y la coctelería del señor Victori en pasaje de la Concepción; el drugstore de paseo de Gracia: «Solo cerraba una hora al día, de seis a siete de la mañana», apunta De España. A esa deshora quedaba la opción de los Talleres Tejeda en Letamendi: «En las mesas, unos fornidos camioneros se zampaban un desayuno de cuchillo y tenedor y te lanzaban unas miradas asesinas cargadas de odio de clase».

Más espectros: la avenida de la Luz a la que Sabino Méndez compuso canción para Loquillo y los Trogloditas; el cómix 'El rrollo enmascarado», las revistas 'Star' y 'Disco Express' y el 'Ajoblanco' de Pepe Ribas; la terraza Martini en la planta 13 de la esquina paseo de Gracia/ Gran Vía; la bolera Boliche de Diagonal, hoy reconvertida en cine; el club La Orquídea de Gracia, «lo más underground del underground local»; la sala Bikini con su puerta batiente al estilo del Oeste donde se podía encontrar a Enrique Vila Matas con su novia Paula: derribado en 1990, el solar fue ocupado por el centro comercial L'Illa Diagonal; el bar Texas de la calle Heures, junto a la plaza Real, refugio de yanquis de la VI Flota; El Caballito Blanco, restaurante famoso por sus macarrones que De España compartía en tertulia, casi siempre políticamente incorrecta, con Sisa, Ia Clua, Ignasi Duarte, el fotógrafo Jordi Bernadó o el cineasta Paco Betriu. «Lo habíamos escogido como cuartel general y, cuando el restaurante chapó en septiembre de 2015, nos quedamos sin nuestro lugar de reunión favorito. El joven Duarte se fue a vivir a París, aburrido del 'prusés'», recuerda. Sigamos. El Kahala, el Kahiki o el Aloha, 'tikis bars' de ambiente polinesio y humeantes bebedizos con sombrillita; el Studio 54 «quiero y no puedo» del Paralelo; el cine y después teatro Capitol; el tranvía azul que llevaba a La Venta y el Merbeyé; el Vinçon que hoy ocupa un Massimo Dutti; la Negra y Criminal de Paco Camarasa: «Librero y librería son ya dos fantasmas más de la Barcelona reciente, de esa ciudad que, como tantas otras para otra gente, va dejando no muy lentamente de existir».

Barceloneses que habitan la memoria del cronista: Carmen de Mairena, Francisco Casavella, Jaume Perich, Jordi Vendrell, Jaume Vallcorba, María Dolores Boadas, ahora Miguel Gallardo… Al borde de los 66, Ramón de España se siente un extraño en la ciudad que averió el separatismo, el postureo progre y la ley de arrendamientos urbanos: «Yo he querido mucho a Barcelona, pero ya no… No me cae bien la alcaldesa. No me caen bien los gobernantes regionales… No tengo la esperanza, que sí tuve de joven, de que Barcelona se convirtiera en una de las ciudades más interesantes de Europa y la más estimulante de España. Ya no tengo la sensación de que Barcelona sea mi ciudad».

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