Daniel Tercero - Dazibao

La escuela de las Aguas de Barcelona

«Cambiar el nombre de un colegio es sencillo. Inventarse una «imagen negativa» y, a la vez, querer combatirla es más complejo»

Daniel Tercero

Primero, eliminaron el uniforme. Luego, retiraron las orlas de todas las promociones de las paredes del vestíbulo. Finalmente, lo que de verdad les molestaba era el nombre. La escuela Jovellanos, en Barcelona, se llamará, en breve, escuela de las Aguas. La iniciativa de la eliminación del nombre de Gaspar Melchor de Jovellanos corre a cargo de la dirección del centro, que descargó el engorroso trámite de asumir responsabilidades en una decisión «popular», según la directora Iolanda Gras. La votación se llevó a cabo el pasado 11 de diciembre y el cambio de nombre se hará oficial en cuanto lo publique el Diario Oficial de la Generalitat de Cataluña tras el visto bueno del Consorcio de Educación de Barcelona. Cuestión de días.

A la papeleta final llegaron las propuestas de las Aguas, Carles Capdevila (periodista, primer director del diario Ara, fallecido en 2017) y Joana Raspall (escritora y bibliotecaria, fallecida en 2013). La victoria fue para de las Aguas (362 votos), lejos de Capdevila (83) y Raspall (54). Teniendo en cuenta que el colegio tiene 420 alumnos (infantil y primaria), una treintena de personal docente y alguno más de personal no docente, y que a la cita «popular» podían votar todos los padres (y madres, claro) de la escuela, no parece que el cambio de nombre nazca con un gran apoyo del pueblo. Consultas populares, poco de consulta y nada de popular.

Antes de llegar a los nombres de los finalistas, la dirección del colegio abrió un periodo de tiempo para que se presentasen alternativas a las de Jovellanos. Recibieron algo más de treinta nombres. Entre otros, el pueblo propuso estos que se descartaron por distintos motivos: 1 de octubre, Gil de Biedma y CEIP Jovellanos. Hubo criba. En Cataluña siempre hay criba. En los últimos seis lustros se han eliminado del nomenclátor de los colegios o institutos públicos de Barcelona, entre otras, las impurezas de Virrey Amat (1993), España (2002), Felipe II (1999), Mío Cid (1997), Madrid (1999), Reyes Católicos (1998), Lope de Vega (2011), Ramón Menéndez Pidal (2006), Emilia Pardo Bazán (2004), Obispo Irurita (1989), Príncipe de Viana (1998), Carlos I (2016), Perú (2015), Cartagena (2018), Nuestra Señora del Pilar (2000) o Bailén (2011).

Gras asegura, sin aportar ni un dato, que «el colegio tiene una imagen negativa en el barrio», que aprovecha un «cambio pedagógico» para retomar «una reivindicación» que se planteó hace «cuatro o cinco años entre un grupo de padres» y admite que, el cambio de nombre, en lo que afecta a la dirección del centro, se ha hecho «rápido» -antes de finalizar 2018- para que pueda ser efectivo en el curso que empezará en septiembre de 2019. La idea inicial era que «en la votación participase el barrio», pero no pudo ser. «No la hemos hecho pública». Gras delega estas prisas en el Consorcio de Educación. Las prisas y la democracia no van de la mano.

La «imagen negativa» a la que se refiere la directora, que lleva trece años de profesora en la escuela, es precisamente la razón por la que existe el colegio. No la cita. Apenas un «sí, pero...» en una entrevista para la televisión pública barcelonesa, no vaya a ser que además del nombre se tenga que derribar el edificio entero. Esta «imagen negativa» es la que expresa un padre (se supone) en un reportaje de la misma televisión: «Era un colegio de educación militar». ¡Educación militar, ar!

El primer curso docente del Colegio Público Jovellanos fue el de 1983/84 y la primera promoción recogió su orla en junio de 1991. Tanto el colegio como el Instituto de Educación Secundaria Príncipe de Gerona -veremos qué hacen cuando se enteren de que el de príncipe de Gerona es uno de los tres títulos inherentes al heredero a la Corona de España- formaban parte del Complejo Escolar del Cuartel de Gerona (calle Lepanto de Barcelona). Al Ejército, en este cuartel, construido a finales del siglo XIX, le sobraba espacio, por lo que se puso en marcha un complejo educativo. ¡Ar! Primero, el instituto. Luego, en 1983, la escuela de Educación General Básica (EGB).

Aunque los bienes inmuebles eran y son de titularidad del Ministerio de Defensa, la educación, obviamente, corría a cargo del Ministerio de Educación. Estos dos centros, con otros dos en Lérida (instituto Mixto número 4 y colegio Capitán Masip), quedaron al margen de los traspasos que el Gobierno realizó a la Generalitat, en materia educativa, en 1980. Entre sus funciones, la de facilitar la vida a los hijos de los miembros del Ejército y demás funcionariado que, por su movilidad por toda España, podían cambiar de provincia en cualquier momento del año. Una tarea que se compatibilizó con la admisión del alumnado del barrio. Y una dificultad que no fue incompatible con una formación educativa de calidad y, como reza la introducción del reglamento de régimen interno del Jovellanos de los años 80, basada en valores humanos que preparaba a los alumnos «para el ejercicio responsable de la libertad». ¡Ar!

Así hasta 1998. Entonces, el Gobierno de José María Aznar transfirió a la Generalitat (Real Decreto 392/1998, de 13 de marzo, con la firma del entonces ministro de Administraciones Públicas, Mariano Rajoy) los cuatro centros educativos, haciéndose cargo la administración autonómica del personal docente y no docente, y acordando que los bienes inmuebles se dejan en manos de la Generalitat por un periodo de 99 años. En ese año se dejó de estudiar, en octavo de la EGB, una hora a la semana, la Constitución española y sus derivados, Estatuto de Autonomía de Cataluña incluido. ¡Ar!

Cambiar el nombre de un colegio es sencillo. Inventarse una «imagen negativa» y, a la vez, querer combatirla es más complejo. La escuela tiene poca demanda. Es como si alguien pusiera en duda (y no seré yo) la capacidad pedagógica de Iolanda Gras, que el 25 de marzo de 2018 dijo: «España es un Estado fascista». Una frase que contó con el aplauso (retuit, lo llaman ahora) de su predecesora en la dirección del Jovellanos, Conxa Carreño. Al parecer, hay cosas que no se resolverán con un cambio de nombre.

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