TODO IRÁ BIEN
Entregarnos la victoria
No hay ningún restaurante en el mundo que Ferran Adrià y yo conozcamos que se dedique de un modo tan absoluto a sus clientes, ni que haya elevado el concepto de servicio a un nivel tan distinto
Via Veneto cambia el aire acondicionado y en estos días la sala principal no está disponible y nos acomodan en la zona de los reservados, convertidos en un solo espacio de igual comodidad y prestaciones. Los pequeños cambios en los restaurantes clásicos -cuando son momentáneos- te permiten sentir nostalgia sin la parte trágica de lo que se perdió para siempre, tal como el susto del tren de la bruja te da el pequeño sobresalto -tan divertido- sin tener que sufrir porque un tipo con escoba te esté realmente persiguiendo por la calle. La derecha apreciamos mucho estas emociones reversibles, suaves, de duquesa aún rica pero ya entrada en años.
Pero más allá de los sentimientos, y de su curiosa naturaleza, que la familia Monje se preocupe cada año de invertir buena parte de sus beneficios en la mejora de las instalaciones de Via Veneto, da una idea de su generosidad y de su vocación de servirnos. Podrían quedarse el dinero o gastarlo en lo que prefirieran, pero en lugar de ello y como si nos lo devolvieran, lo invierten en el restaurante: es decir, en nosotros, sus clientes.
No hay ningún restaurante en el mundo que Ferran Adrià y yo conozcamos -y esto es decir mucho- que se dedique de un modo tan absoluto a sus clientes, ni que haya elevado el concepto de servicio a un nivel tan distinto. Iba a decir extraordinario, y lo es, pero es todavía más distinto. Este artículo no se parece mucho a los demás que sobre esta casa he escrito precisamente porque no va tanto sobre lo «extraordinario» que Via Veneto es sino sobre lo «distinto» y hasta lo inusual que resulta. Ayer quedé realmente conmovido. Vi al señor Monje y a su hijo Pedro instruyendo a los operarios de la instalación en las características de la sala como si estuvieran sirviendo a la reina de Inglaterra, con un grado de precisión y amor que -y es triste decirlo- no parecía de este mundo. Justo lo contrario de Nuestra Señora de París, que ardió tras muchos años de que los franceses con su laicismo atroz la hubieran abandonado, y el fuego fue un grito desesperado de Dios, tal como dejó que matáramos a su Hijo para salvarnos, Via Veneto está cambiando su aire acondicionado que todavía funciona porque cree que sus clientes merecen una refrigeración mejor. Tú puedes ir o no ir pero Via Veneto nunca te abandona, siempre piensa en ti y gasta su tiempo y su dinero, el muchísimo dinero que una máquina nueva de aire acondicionado cuesta, para hacerte sentir mejor. Es realmente inusual que un restaurante se tome tantas molestias en sus clientes. Desde el despilfarro de talento y sensibilidad de El Bulli que esto no pasaba.
Si en el mundo no quedaran aún familias como la de don José Monje no sé si vivir merecería la pena. Si la generosidad no fuera aún la esperanza fundamentada de la Humanidad sería todavía más tenebrosa la oscuridad de nuestra era. Podrían no cambiar el aire, podrían tener menos camareros, podrían no haber hecho las reformas que cada año han hecho y se parecerían a tantos y tantos restaurantes que en nombre de la «autenticidad» administran su dejadez y su decadencia, patrocinada por el público inepto de siempre.
Pero ahí está Via Veneto, heroico, magnánimo, total, mirando por nosotros, preparando el mes de julio y todos los julios que vendrán, desprendiéndose de lo que ganó para que lo ganemos nosotros, entregándonos la victoria para celebrarla juntos, convirtiéndonos una vez más en el centro de su restaurante y de su primera y última razón de ser. No es sólo el aire acondicionado, no sólo son las reformas de cada año. Es la inclinación, es la actitud. Es lo que cuando nosotros pensamos en qué nos lo vamos a gastar, ellos piensan en cómo nos van a mejorar el paso por su casa y por la vida.
Hay muy pocas razones por las que no tengamos que ir cada día y cada noche a comer a Via Veneto, en homenaje continuo a la familia Monje, para demostrarles que les queremos como mínimo tanto como ellos a nosotros. Barcelona brilla en Hoja Santa y Disfrutar, pero se sostiene en Via Veneto y es el ejemplo de cómo pervive lo que se cuida con dedicación y esmero. Es el único restaurante de su condición que no sólo aguanta sino que lo hace con más vigor que nunca. Perecieron Neichel, Drolma, Reno, Finisterre y algún otro intento, y sólo Via Veneto, desde la entrega y la dedicación, ha sabido tomar las riendas del tiempo y Barcelona sin él no podría entenderse.
No vuelvas nunca más a quejarte de que Via Veneto es caro. Ni a contestarme que el lujo no te interesa. No te pido que vayas a Via Veneto. Ni siquiera que gastes en los restaurantes tu dinero. Sólo te pido que hagas lo que hagas, lo hagas tan bien y con tanto amor como lo hace Via Veneto. La Civilización estaría asegurada si cada uno hiciera su trabajo con tanta atención como lo hacen en esta casa. Creías que el lujo era una grifería dorada, y como el talento, y el amor, es una Gracia.