Sergi Doria - Spectator in barcino

Entre «Perpinyà» y «Perpignan»

Para disimular el bofetón y plantar cara a las sentencias que no gustan, la troupe de Torra llegó al departamento de Pyrénées Orientales

Hoy cierra sus puertas en Perpignan, «Visa pour l’Image», referencia internacional del mejor fotoperiodismo. El festival ha presentado veinticinco exposiciones que secuencian lo que Eugenio d’Ors llamó «las palpitaciones del tiempo». En el siglo XXI del ataque las Torres Gemelas, más que «palpitaciones» deberíamos hablar de «taquicardia».

La trigésima edición del Visa compone la atormentada topografía del presente. Las guerras de Siria que ha fotografiado Noël Quidu para París Match y Alice Martin, centrada en la liberación de Raqqa del Estado Islámico; las FARC colombianas que durante medio siglo obligaron a sus mujeres a abortar o dar sus bebés en adopción: la franco-española Catalina Martín-Chico fotografía la paz que permite a las antiguas guerrilleras ser, por fin, madres; la olvidada guerra del Yemen, a la que Veronique de Viguerie da -nunca mejor dicho- visibilidad; la torturada África que captura el premiado Luis Tato -elecciones en Kenya- y John Wersels -República Democrática del Congo-; la doliente franja de Gaza que recorre el objetivo de Khlalil Hamra; el esclavismo de las minas bolivianas del Potosí en las que se mete Miquel Dewever-Plana o la eterna esperanza o desesperanza latinoamericana que enfoca Edgard Garrido; no faltan las imágenes del maltrato ambiental en los ríos contaminados que fotografía Samuel Bollendorff o la defecación al aire libre que todavía han de practicar casi mil millones de habitantes del planeta, denunciada por Andrea Bruce...

La taquicardia del tiempo que lleva al colapso de los derechos humanos colapsa en el éxodo de los rohingyas en una Birmania: un genocidio que justifica ¡una Nobel de la Paz!; Kevin Frayer y Paula Bronstein ofrecen sendas exposiciones sobre la penúltima masacre en la crónica criminal del género humano.

Y esto es tan solo el destilado de dos mil quinientos dossiers que el comité de selección de «Visa pour l’Image» ha seleccionado bajo la dirección de Jean-François Leroy: su veterana mirada distingue entre la denuncia honesta y la pornografía efectista.

Mientras la prensa internacional constataba la calidad de este Cannes del fotoperidismo, Torra y quienes suscriben que Cataluña sufre una crisis humanitaria se ofendían porque Leroy no había aceptado la exposición «155 fotos per la llibertat».

Su diagnóstico corrobora la mitomanía de quienes repiten que «el món ens mira», pero prefieren no saber por qué nos mira. Leroy los juzgó con su mirada fotoperiodística: «No he visto nada interesante más allá de fotografías de manifestaciones, y cuarenta fotos de banderas no hacen una exposición». Por si no quedaba clarito, además de la poca calidad de los trabajos, echaba en falta alguno que explicara «qué ha hecho que los catalanes reivindiquen más autonomía y la independencia».

Para disimular el bofetón y plantar cara a las sentencias que no gustan, la troupe de Torra llegó al departamento de Pyrénées Orientales -según ellos, Catalunya Nord- el mismo día de la apertura de «Visa pour l’Image», 3 de septiembre. Se trataba de inaugurar -otro ejercicio de onanismo identitario-, exposiciones repartidas en una editorial de nombre muy propio -Trabucaire-, un bar, una brasserie, y el Casal de la Generalitat.

Dos crónicas en forma de libro diseccionan la patología secesionista. La primera es la reedición de Contra Catalunya de Arcadi Espada (Ariel). Publicada en 1997, arranca con la algarada pujolista por el caso Banca Catalana. El instante decisivo: una turba acosa y llama «botifler» al entonces líder del PSC Raimon Obiols; la timorata conducta de una izquierda que dijo amén al encuadramiento de quienes hablan de «su» Cataluña sin preocuparse de quiénes son los catalanes. De aquellos polvos, los lodos presentes que Lola García desmenuza en El naufragio (Península) y que se remontan a la Diada de 2012, cuando Mas se apunta a la agitación permanente.

El viaje a Ítaca que este experto en alegorías cursis decía capitanear ha acabado en naufragio, concluye la cronista: «Por más que las clases medias estuvieran viviendo con desazón la crisis que se desató en 2007, que por primera vez impedía que los hijos vivieran mejor que sus padres, Cataluña sigue siendo una de las regiones europeas con mejor calidad de vida. Demasiado que perder en un verdadero enfrentamiento con el Estado. Tampoco los líderes del procés desearon nunca someterse al martirio, aunque acabaron por sufrir unas consecuencias muchos más duras de las que imaginaron. Algunos dirigentes independentistas flirtearon, imaginaron, discutieron y unos pocos hasta planificaron, la idea del alzamiento de un pueblo que, con su resistencia pacífica, doblegaría al Estado. Se repetían a sí mismos los ejemplos de Gandhi o Mandela. Pero a la hora de la verdad, nada eso ocurrió». La invocación de Luther King avergüenza en boca del supremacista Torra y explica por qué Leroy no admitió en «Visa pour l’Image» la tramposa épica independentista. Afortunadamente, Cataluña no es Birmania, ni Siria, ni Kenya, ni Gaza. España no es Turquía. Y Perpignan no es «su» Perpinyà.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación