Los empleados de las Ramblas: «No nos salía más que ayudar»

La avenida retoma la normalidad aún con el vivo recuerdo de la masacre sufrida

Una carta dedicada a una de las víctimas de un ciudadano que las ayudó EFE

ANNA CABEZA

«Tranquilizábamos a la gente como podíamos, dándoles agua y calmándolos no sé todavía cómo. No nos salía otra cosa que hacer». Leoncio Cuadrado vivió su peor día en las Ramblas el pasado jueves cuando, a poco tiempo para acabar su jornada laboral, vivió desde la primera línea la matanza yihadista de las Ramblas.

Empleado allí desde hace 14 años, ahora como camarero en un local de tapas de la emblemática vía, muy próximo a la entrada del mercado de la Boquería, estaba limpiando mesas de los últimos clientes que habían comido tranquilamente en el bar cuando se vio sorprendido por un murmullo de gente aterrorizada. Él, como cada uno de los efectivos policiales y profesionales de emergencias, y como decenas de empleados y vecinos anónimos de la zona, se convirtió en uno de los héroes anónimos del trágico 17-A.

De repente, el local de dos pisos en el que Leoncio trabaja se llenó de personas aterradas en busca de un buen recaudo. «Bajamos la persiana pero la tuvimos que subir varias veces porque había gente golpeándola y suplicándonos poder entrar y resguardarse», recuerda a este periódico todavía con la angustia de lo vivido. «Había niños tumbados en el suelo llorando y sus padres los tapaban como podían», incide. Las más de dos horas que pasaron allí hasta que los Mossos los empezaron a desalojar fueron eternas para él y sus compañeros pero su entrega para que los turistas refugiados llevaran mejor la angustiante situación fue de una gran ayuda para muchos.

«Tranquila, estoy a tu lado»

Fouad Bakkali , que trabaja en la farmacia ubicada en la esquina de las Ramblas con Portaferrissa, también se convirtió en otro héroe inesperado. Él atendió en un primer momento a la madre de Julian Cadman , el niño australiano que murió en el atentado. «Estaba a su lado ayudándola, diciéndole: "Tranquilízate, no te preocupes"», pero ella a pesar de estar gravemente herida solo preguntaba por su hijo, tal y como detallaba recientemente a «The Daily Telegraph».

Fouad trasladó a Jom, la madre del menor -que todavía sigue ingresada en el hospital Vall d’Hebron, donde ha sido intervenida quirúrgicamente de varias lesiones-, al interior de su farmacia y allí «ayudé a mantenerla respirando hasta que llegó el doctor». Por desgracia, y tras la búsqueda a la desesperada del menor por parte de toda la familia, el menor Julian , de siete años, acabó confirmándose como uno de los fallecidos en la masacre yihadista.

Esta inconsolable historia es, quizás, un poco más llevadera de saberse que Atwal , otro turista británico que paseaba por la zona, no se separó de un pequeño que quedó tumbado en el suelo, y que todo apunta a que era Julian. «Le estaba acariciando el cabello, mientras yo lloraba. Me quedé con él, me senté allí porque no lo iba a dejar solo», detalló consternado a «The Mirror». «Se parecía a mi propio hijo», sentenciaba este joven, aún abatido por lo vivido en las Ramblas.

«Los Mossos nos calmaron»

Suresh , que lleva 10 años regentando una tienda de «souvenirs» en plena avenida, justo frente al palacio de la Virreina, también relata a ABC todavía con la piel de gallina lo que ocurrió esa fatídica tarde.

Tras el «shock» inicial por lo vivido -estaba en la puerta del local cuando pasó el furgón a toda velocidad-, convirtió sin pensárselo su tienda en un refugio improvisado y más de 30 personas se escondieron entre muñecas flamencas, sombreros, imanes, reproducciones de la Sagrada Familia y camisetas del Barça.

«Era lo único que podía hacer. Estaban muy asustados, pero los Mossos vinieron y, tras pedirnos la documentación, les dijeron que les sacarían tan pronto como pudieran. Eso nos calmó mucho a todos». Ahora intenta pasar página, aunque no es fácil: «Se nos está haciendo difícil trabajar, teniendo los recuerdos tan horribles del atentado. Además, somos musulmanes y los terroristas están haciendo mucho mal a nuestro nombre», lamenta.

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