José García Domínguez
El ejército de Junqueras
De un tiempo a esta parte, se ha decidido oficialmente que tenemos que ser de Dinamarca
Hace cuarenta años, recuérdese, íbamos a ser Suecia, pero sin suecos ni suecas. Proyecto, aquel del Pujol primerizo, ante el que, recuérdese también, Josep Pla se mostró algo escéptico. Aunque el asunto de Suecia se olvidó rápido. Después (o antes, que ya no me lo sé bien) íbamos a ser Israel. Y luego, cuando cayó el Muro y todo aquello, nos dijeron que convertiríamos en las repúblicas bálticas del Mediterráneo. A gusto del consumidor, podríamos optar por querernos lituanos, letones o estonios. Y después (o quizá algo antes, que también me lío) el modelo, porque a todas esas fantasías del alto mando local les dicen siempre modelos, la cosa pasaba por acostarnos todos, los siete millones y medio, españoles, y despertarnos al día siguiente, también todos, quebequenses de los del Quebec.
Y por el camino aún íbamos a ser, al menos durante un rato, escoceses. Y ya no me acuerdo ahora si los que se mutarían caribeños de Puerto Rico eran los de Bilbao o los de Berga. Aquí o allí, también algo de eso hubo en su día. Pero, de un tiempo a esta parte, se ha decidido oficialmente que tenemos que ser de Dinamarca. Sobre ese particular, el de la metamosfosis danesa, Puigdemont parece el más convencido. No así Junqueras, que también quiere ser danés y nórdico, faltaría más, pero sin perder por el camino el carnet de identidad kumbayá. Y es que la idílica Dinamarca, el enésimo «país petit» y bucólico con que sueñan nuestros libertadores domésticos, se ve obligada todos los años por sus socios militares internacionales, ¡ay!, a invertir en torno a unos cuatro mil millones de euros en tanques, cañones, misiles y demás artilugios de la máxima eficacia mortífera para equipar a sus fuerzas armadas nacionales. Pues, como en todas las naciones, grandes o pequeñas, gobernadas por adultos, en Dinamarca nunca llegaría a presidente un Junqueras. Aunque tampoco alguien con el muy escuálido currículum académico y laboral de su rendido entusiasta Puigdemont. Como que no.