Eduard Pujol - Crónicas pandémicas con...
Un día menos para abrazar la calle
«Mirar a través de la ventana y descubrir esta primavera inaccesible. Se muestra congelada e inabordable. La de este 2020 es una primavera al ralentí, recubierta de un silencio obligado»
![El dirigente de Junts per Catalunya, Eduard Pujol, en su casa](https://s2.abcstatics.com/media/espana/2020/04/06/Imagenpujol-km1C--1248x698@abc.jpg)
La calle está vacía. Mirar a través de la ventana y descubrir esta primavera inaccesible. Se muestra congelada e inabordable. La de este 2020 es una primavera al ralentí, recubierta de un silencio obligado. La recuperaremos cuando llegue de verdad, la primavera, porque todo llega. Pero ahora se esconde detrás de la ventana. La percibo imprecisa e incierta, como la mirada de un miope -y sé de qué hablo-. Se escucha el silencio. En casa y en la calle. Es la banda sonora de un encierro obligado.
El virus nos hace dormir peor, pero deberemos recuperar los sueños. Los individuales y los colectivos. «Érase un hombre a una nariz pegado», decía Quevedo. Ahora es una oreja curiosa pegada a un móvil, y un móvil pegado al virus, a sus efectos, a cómo combatirlo.
Defiendo la política porque es servicio. Voluntad de servicio e interés general. Ahora más que nunca. También es una mirada y una idea. Ideas. Suena cursi, es cierto, pero es así.
Y así vivo: levantarse, la ducha y el café, y la conexión diaria al móvil. Videoconferencias y la compañía imprescindible de la televisión encendida porque sí. Videoreuniones de dirección, de grupo parlamentario, de estrategia, de análisis, de toma de decisiones. Y los buenos hábitos: cada día a la una, rueda de prensa de las consejeras Budó y Vergés y del responsable de interior, Miquel Buch. Noticias. Más noticias. Y telediarios, y gráficos y muertes, y más horas de teléfono y más videoconferencias. Escuchar la voz de los alcaldes y música. Un yogurt y otro café.
Los Fender suenan bien, pero ahora Gino Paoli barniza el comedor de una nostalgia sin brillo. Es música. Italiana, de donde también conocen el virus. «Senza fine», como el miedo y las esperanzas del momento. De esta primavera diseñada para releer Galbraith y su El crac del 29. O de estos días largos y cortos a la vez donde se debe encontrar un hueco para ojear Uns homenots de Josep Pla. Nos habla de Ruyra, de Pompeu Fabra y de «el señor Prat de la Riba». El país necesita mucho de este visionario y también del espíritu de la Filoxera. Videoconferencia a las 8 con alcaldes y concejales del Penedés. Los escucho atentamente. Me inspiran. Es la hora de recordar qué hicimos cuando la filoxera quiso devorar nuestro futuro en 1893, devorando nuestras viñas. Lo anoto: es una lección imprescindible.
Llega la cena. Y llega el sofá y Ricard Ustrell que me acompaña en TV3 hablando de la soledad. En La 2 unos cachitos de hierro y cromo bombardean mi memoria con zooms imposibles y melodías oportunas: «Vamos a la cama que hay que descansar»... pero aún no. Un poco más de mando y la tentación de Netflix. Y un día más de encierro y un día menos para abrazar la calle y a la gente. Los Fender vuelven al ataque. Ahora es Spotify. Inspirador. El guionista lo borda: cantan los Lax N’Busto. Suena el «Tornarem». Claro, pienso, porque nunca nos fuimos.