Bernardo Fernández - Tribuna abierta

Dragones feroces

Gracias a una martingala difícil de comprender por alguien que desconozca el “procés”, Carles Puigdemont llegó de forma rocambolesca a presidente de la Generalitat de Cataluña.

Más de 100 días después de su llegada a la máxima institución catalana, el balance de gestión que presenta es, sencillamente, paupérrimo.

Es verdad es que la herencia de su antecesor, Artur Mas, con graves asuntos de corrupción no resueltos como el caso Palau, el affaire Pujol o las mordidas del 3%, entre otros; además de la mala gestión en asuntos como la concesión de la ATLL, el macro complejo BCN World, la deuda de más 70.000 millones de euros o el desguace del Estado del bienestar a base de recortes indiscriminados, pesan como una losa a la hora de llevar a cabo cualquier acción de gobierno de cierta enjundia.

Quizás por eso seguimos con los presupuestos de 2015 prorrogados y no parece que su aprobación vaya a ser inminente, habrá que convencer a la CUP de que en las circunstancias actuales no hay otra política económica posible. Y me temo que ese va a ser un hueso difícil de roer

Pero es qué en esos 100 días, el Parlament no ha aprobado una sola ley y, sin embargo, se han consumido horas y esfuerzos debatiendo si había que “desobedecer” o “desoír”. Y mientras, los problemas para desconectar cada vez son más evidentes y de los 18 meses fijados para ir a unas elecciones constituyentes se han evaporado casi 4 y todo sigue igual. Ahora bien, que no cunda el pánico, Puigdemont, se ha reunido con Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Mariano Rajoy. Entrevistas meramente protocolarias, puesto que resultados prácticos, ninguno

Además, el presidente, en la presentación de su plan para lo queda de legislatura, garantizó “revertir los recortes, revertir sus efectos y situar Cataluña a las puertas de un Estado propio”. Ahí es nada. Pero no dijo ni de que armas dispone, ni quiénes son sus aliados, ni cómo piensa llevar a cabo su proyecto.

Después, Puigdemont, en su primera Diada de Sant Jordi como presidente, habló de dragones feroces “que nos quieren atenazar”. Haría bien el máximo mandatario catalán en dejarse de quimeras y trabajar para lograr objetivos tangibles que luego no generen frustración. Para ello, sería primordial eliminar los dragones internos que andan obcecados en una alucinación que nos está llevando a la parálisis.

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