Dolors Montserrat - Tribuna abierta
Una Cataluña mejor
«No estamos en el lugar que merecemos. Cataluña no está en el lugar que le corresponde. Y no es porque el resto de España lo impida. No hay que buscar culpables ni enemigos fuera de nuestra comunidad»
Decía Alexander Hamilton que “en una cuestión social de primera magnitud hay hombres sabios y buenos tanto en el lado equivocado del problema como en el que tiene razón”. En otras palabras, no todo se reduce a blanco o negro, ni todos son buenos o malos en función de su ideología, como nos quieren hacer ver. Ese no es el mundo real y es peligroso pensar así, además, demuestra una clara falta de sabiduría.
Si la ley es el pacto entre diferentes, la tolerancia es la argamasa de la convivencia. Y democracia, escribió Roger Scruton, “significa consentir ser gobernado por gente que te desagrada intensamente”. Democracia es argumentar, persuadir, tolerar y respetar.
Quien justifica la violencia cuando es ejercida contra el diferente, no puede gobernar justamente y para todos. Quienes no estén dispuestos a aceptar la Razón por encima de la pasión, no están dispuestos a servir a una causa mayor que ellos mismos. Algo que sí que entendieron los padres de la Constitución hace más de 42 años.
Si algo me han enseñado mis años de servicio público, es que de toda persona se puede aprender, todo es susceptible de mejora y pensar en los demás antes que uno mismo te otorga el mayor de los réditos.
Durante años hemos estado gobernados en Cataluña por una generación de políticos que no creen ni en la tolerancia y ni en el respeto al diferente. Se han negado a gobernar para los que no piensan como ellos y, guiados por la vieja máxima “divide et impera”, se han mantenido en el poder.
Olvidan en su cruzada que lo importante del poder no es mantenerlo, sino el resultado de ejercerlo. Las próximas elecciones autonómicas devienen, una vez más, en una rendición de cuentas ante los catalanes, que examinarán con su voto su legado.
Pero cuando uno mira desapasionadamente y con sosiego el resultado de 10 años de gobiernos independentistas, se da cuenta de que Cataluña, tierra de emprendedores, gente trabajadora y orgullosa, pero también solidaria y acogedora, no es la misma que hace una década. Ha empeorado, y eso es objetivo, solo hay que darse una vuelta por nuestros pueblos, ciudades, y polígonos industriales.
Nuestro PIB per cápita ha pasado de ser el primero en España en el año 2000, con un crecimiento anual del 9%, al cuarto en 2019, con un crecimiento anual del 2% en el 2019. Hay menos empleo, y más de 7.500 empresas han abandonado nuestra tierra. Somos la 3ª autonomía más endeudada, por lo que cada catalán carga con una deuda autonómica de 10.380€, el doble que la de un madrileño. Somos más pobres.
Nuestros servicios públicos no lideran ninguno de los ránkings independientes: en educación, según PISA, somos la 7ª Comunidad de España. Somos la tercera comunidad que menos dinero per cápita invierte en Sanidad, y la que mayor número de dependientes sin prestación tiene, un 32%, frente a comunidades como Castilla y León donde solo hay un 1,5%.
Las prioridades dicen mucho de uno mismo. Por ello, no se entiende que, en medio de la crisis sanitaria más grave del siglo, nuestros recursos se hayan destinado a poner nuevas embajadas en el mundo y a misiones interplanetarias, más lunáticas que científicas, en lugar de a reforzar nuestro sistema sanitario, a mejorar las condiciones de los profesionales, o a rescatar al sector hostelero y turístico, tan golpeado por esta pandemia.
La desigualdad ha aumentado y la precariedad también. ¿Cómo es posible que esta tierra antaño pujante y orgullosa de ser la locomotora del progreso y el avance en España y Europa, se haya visto relegada a los vagones de cola?
El mantra “España nos roba” languidece ante la rotundidad de las cifras y los hechos. Somos la CCAA qué más dinero percibe del Estado y la que más impuestos propios tiene, hasta 15. No, España no nos roba, lo hace quien no usa ese esfuerzo de los ciudadanos para mejorar sus vidas, su educación, sanidad y dependencia.
Lo hace quien destina todos esos recursos a incumplir la ley, comprar pancartas, lazos, voluntades, propaganda y publicidad en lugar de evitar que se cierren quirófanos, construir más escuelas públicas, o dotar de más dinero al sistema de dependencia.
Es muy triste comprobar, lejos de sentimientos, con datos y hechos en la mano, que quienes dicen luchar por nuestra tierra son los que menos hacen por ella. Nos han arruinado, nos han abandonado y nos han sometido a su tiranía quebrando toda ley, acuerdo o pacto de convivencia. Y lo han hecho en nombre del pueblo, pasando de demagogos que nos vendían una tierra prometida para tapar su 3% de corrupción, a tiranos que nos privaron de nuestra libertad.
El próximo domingo votamos si queremos que todo empeore aún más o si queremos cambiar nuestro destino. Y si queremos que el rumbo de Cataluña cambie, hay que votar cambio. No vale un intercambio de cromos para que todo siga igual. Debemos ser valientes y apostar por ese cambio.
No estamos en el lugar que merecemos. Cataluña no está en el lugar que le corresponde. Y no es porque el resto de España lo impida. No hay que buscar culpables ni enemigos fuera de nuestra comunidad. La causa es tan triste como clara: “cuando un pueblo o familia se divide, acaba luchando contra sí misma”, como advertía Publius en “El federalista”.
Nos empujaron a la división y al enfrentamiento. Promovieron familias y amistades rotas mientras empobrecían nuestra tierra. Pues esta, y no otra, es la factura de los gobiernos independentistas de los últimos años. Mientras asaltaban la Constitución nos olvidaron, nos relegaron, nos utilizaron. Nos robaron esa Cataluña vanguardista y cosmopolita, admirada en el mundo entero y orgullo de catalanes y españoles a partes iguales.
Los catalanes tenemos que darnos una nueva oportunidad votando a gestores capaces y experimentados, que tengan como prioridad Cataluña y no a sí mismos. Tenemos que votar políticos europeístas que se enfrenten a los desafíos del s. XXI, y no a quienes no piensen como ellos. El autonomismo eficiente que piensa en las personas existe, y hay muchos ejemplos de éxito. Donde gobierna el Partido Popular se avanza y la vida de las personas mejora. El Partido Popular es un valor seguro, y más ahora que toca unir y no dividir; ahora que toca mejorar, trabajar y liderar. Ahora que toca cambio, la mejor opción es Alejandro Fernández.
Dolors Montserrat es portavoz del PP en el Parlamento Europeo