Miquel Porta Perales - El oasis catalán
Doctor Freud
La autonomía de hoy es el negativo de la de ayer
Tiene razón Artur Mas al señalar que «la autonomía tal como la habíamos conocido se ha acabado». Cierto. La autonomía de hace unos años litigaba con el Estado y solía cumplir -con el tradicional victimismo- las resoluciones de los Altos Tribunales, accedía -con dificultades- al crédito interbancario, pagaba -con retraso- a los proveedores, practicaba la deriva monolingüe sin multar sistemáticamente a los ciudadanos lingüísticamente infieles, se endeudaba sin dilapidar recursos en procesos participativos y asimilados, intentaba agotar la legislatura sin engatusar con elecciones «plebiscitarias», no desvirtuaba la institución autonómica con presidencias corales y otras lindezas, no tenía ningún miembro del gobierno de la Generalitat imputado por desobediencia -y otros tipos- al Tribunal Constitucional y, en fin, recalentaba el «hecho diferencial» con cierto sentido del límite.
La autonomía de hoy es el negativo de la de ayer. El resultado: una sociedad resquebrajada, un Govern que no gobierna por inexistencia o incomparecencia, una política -ocurrencias, irresponsabilidad y aventurerismo- que se fundamenta en la deslealtad disfrazada de «astucia». Y un independentismo oficial que habla de «gacelas» y de «hienas» para referirse -se entiende todo- a buenos y malos. Artur Mas vuelve a tener razón cuando se queja de una autonomía «residual, periférica y folclórica» que ha de pedir «caridad a final de mes».
¿De quién es la culpa? Del Estado que nos «humilla», dicen. Pero, es precisamente el Estado -leyes, reglas y normas de convivencia democráticas- quien, sacando a colación «El porvenir de una ilusión», del doctor Freud, nos protege de la «tendencia destructiva» y el «pensamiento delirante» que acecha. Gacelas incluidas. Y el caso es que el nacionalismo -programa del 20-D extraído de la Resolución de Desobediencia- insiste -inasequible al desaliento- en su propósito. El doctor Freud advierte que «lo siniestro aparece cuando se desvanece el límite entre la fantasía y la realidad».