SPECTATOR IN BARCINO

Dices Cultura y te sacan la lengua

El nacionalismo confunde lengua con cultura: la primera es el principal valor añadido de la segunda que, en el fondo, les importa un rábano

La ya exconsejera de Cultura, Mariàngela Vilallonga Efe
Sergi Doria

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Cinco consejeros de Cultura en solo cuatro años. Los relevos son tan veloces que en el Consorcio para la Normalización Lingüistica de Muntaner, 221 -donde estuvo la franquista Editora Nacional- siguen colgando la viejuna pancarta de «Lluís Puig és el nostre conseller» .

El nacionalismo confunde lengua con cultura: la primera es el principal valor añadido de la segunda que, en el fondo, les importa un rábano. Los sucesivos gobiernos, tripartitos incluidos, han supeditado la cultura a la lengua: el ejemplo más palmario fue la feria de Fráncfort a la que Cataluña asistió como cultura invitada: una cultura que, según la Generalitat, solo podía expresarse en lengua catalana. Dices Cultura y te sacan la lengua.

Desde hace más de un siglo, mucho antes que Franco, el nacionalismo catalán no sabe qué hacer con la lengua. «La otra Cataluña», que tan bien ha desvelado Sergio Vila-Sanjuán, es anterior incluso a Juan Boscán, considerado el primer escritor catalán en castellano: «No arranca en el siglo XVI sino en el XV, tras el Compromiso de Caspe, con figuras como Enrique de Villena o Francisco de Moner», puntualiza. La primera novela catalana en castellano, «Triste deleytación», data de 1458: «La producción cultural catalana en castellano resulta durante largo tiempo (al menos entre 1550 y 1850) absolutamente central en Cataluña», subraya el ensayista.

Pero los Puig, Borràs, Vilallonga y Ponsa, recién nombrada consejera de Cultura, siguen con la cantinela de que el castellano es un cuerpo extraño en Cataluña. Para Laura Borràs, una «lengua de imposición» derivada de un «proceso de colonización». El franquismo, explica la firmante del esencialista manifiesto Koiné, se sirvió de la inmigración para «colonizar» culturalmente Cataluña con la lengua castellana. Mariàngela Vilallonga lamenta escuchar «demasiado castellano» en TV3 y el Parlament. Los fans de la consejera laqueada escupen tuits xenófobos contra una camarera del Parlament por hablar en castellano en un reportaje de TV3.

Cuando los nacionalistas se topan con la realidad bilingüe, se escudan en el multilingüismo. «Es ridículo pensar que estoy contra el bilingüismo, en todo caso soy partidaria del multilingüismo», aduce Borràs. Vilallonga acepta que el castellano se habla en Cataluña, claro, como centenares de lenguas… Como el urdú.

Ponsa que accede al cargo según la tradición chusquera -le tocaba por sus años de cacarear la causa- también va por ahí: «Aquí no se discrimina a nadie ni por hablar en castellano ni en suajili», declaraba esta semana a los compañeros de «La Vanguardia».

La realidad no influye en la virtual ingeniería nacionalista; en lugar de adaptarse a la sociedad bilingüe, se establece un molde único al que la sociedad debe someterse, «de grau o per força». Al igual que el franquismo de posguerra pretendió intimidar la lengua catalana, Ponsa solo quiere oír catalán en las calles. Y el castellano, confinado en la intimidad: «Que cada cual en su casa hable su lengua materna».

Pero los hechos son tozudos. Verano de 2020. Según el CEO (Centro de Estudios de Opinión), el castellano es la lengua propia del 45,4 por ciento de catalanes, mientras el 40,9 utilizan el catalán. Un 11 por ciento considera ambas lenguas como propias. Según la consejera, ¿la mayoría castellanohablante deberá hablar su lengua en la intimidad?

Quienes estrangulan a la Cultura con menos del 2 por ciento de un presupuesto para priorizar propaganda y embajadas, ignoran que la lengua -sostenida por la inmersión escolar, multas, subvenciones mediáticas y clientelismo político- no es Cataluña: el castellano es la lengua habitual del 60,9 por ciento de los jóvenes entre 18 y 24 años y el catalán mantiene un equilibrio con el castellano en la población mayor de 50 años.

En «Catañoles» (EDLibros), el neurocientífico Adolf Tobeña constata que el procés ha hecho mucho ruido, pero no ha trastocado nuestra realidad bilingüe. Ni las manifestaciones norcoreanas; ni el «sesgo desinhibido y sistemático a favor de la secesión por parte de los medios de comunicación bajo el control directo (o indirecto) de la administración autonómica»; ni la presión ambiental: «simbología secesionista en muchos ámbitos de la vía y la vida públicas»; ni el «silenciamiento efectivo de la mayoría de la población no secesionista»; ni la confrontación permanente de gobernantes desobedientes con el Estado; ni la fractura y atrincheramiento entre separatistas y los llamados «unionistas»…

La realidad catañola -de Arrimadas a Rufián, advierte Tobeña- es bilingüe: «En su fuero interno, se saben y se reconocen deudores del aire, del entorno y de la multitud de ingredientes y variantes de la tradición hispana. Es decir, de todo lo que se ha venido gestando, comerciando y cocinando entre las gentes de la península Ibérica desde hace siglos. En Cataluña hay muchísimos. Probablemente son la mayoría».

Mayoría que los secesionistas recluyen en la exótica cuota multilingüe: junto al urdú y el suajili. Y Barcelona, la capital del libro hispanoamericano, rehén del absurdo nacionalismo.

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