Joan Carles Valero - Letras expectativas

Despacito

Cuando en este país dejamos nuestras diferencias a un lado para unirnos en un objetivo común, somos imparables, como recordó ayer el Rey Felipe

Durante siete intensos años de mi vida profesional cubrí para este periódico la profunda transformación a que se sometió Barcelona con la excusa olímpica, puesto que solo el 11% de la inversión para 1992 se dedicó a instalaciones deportivas, mientras el resto fue a parar a las infraestructuras que metieron a la capital catalana en el siglo XXI ocho años antes de que comenzara.

Cuando en este país dejamos nuestras diferencias a un lado para unirnos en un objetivo común, somos imparables, como recordó ayer el Rey Felipe ante Carles Puigdemont minutos después de que el auditorio del Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Sant Cugat se pusiera en pie al entrar el Jefe del Estado. El objetivo del 92 favoreció el consenso entre diferentes y tanto instituciones como particulares logramos trabajar en equipo y por eso conseguimos organizar el mejor acontecimiento global de la historia. Ahora que las ideologías cavan trincheras desde donde fanatizan los debates y criminalizan al diferente, se antoja que el espíritu olímpico agoniza.

Al empeño de que Barcelona, Cataluña y España destacaran en el mapamundi de los terráqueos colaboraron 16 subsedes olímpicas. En el acto del CAR se les rindió homenaje subiendo al escenario un joven y una autoridad de cada municipio. Me extrañó la ausencia de los alcaldes y alcaldesas de las principales poblaciones que acogieron competiciones, dado el carácter institucional de primer nivel del evento. A los del sur de Barcelona (L’Hospitalet, Viladecans y Castelldefels), se les perdona el desaire, puesto que todavía esperan que finalicen las obras de la denominada «pata sur» de las Rondas que debía estar lista en 1992.

Lamentablemente, los habitantes del Baix Llobregat confirman que su territorio sigue siendo el patio trasero de Barcelona. Para los Juegos del 92 en esa comarca se acicaló la T2 del aeropuerto, se construyó la C-32, el canal de Castelldefels y varios estadios de béisbol, pero se quedó sin la pata sur de las Rondas, vial que debe unir el Cinturón del Litoral con la C-32 a su paso por Sant Boi, resolviendo las tortuosas comunicaciones en ese punto viario al sur de la capital. Hace 25 años que ese territorio convertido en el área de servicio de Barcelona permanece a la espera, porque allí las obras públicas van como la canción de Fonsi: despacito.

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