Daniel Tercero - Dazibao
La revolución fracasada de los 30.769 euros
«La ANC, Òmnium, los CDR, sectores del PDECat (JpC) y de ERC, y ciertos personajes mediáticos, entre otros, todavía no han aterrizado»
Es imposible que una revolución (levantamiento o sublevación) triunfe en un territorio de la Europa del bienestar con un PIB per cápita de 30.769 euros (datos del INE de 2018) y el cuarto más alto del país (tras la Comunidad de Madrid, el País Vasco y la Comunidad Foral de Navarra). La oportunidad que se le abrió a Artur Mas en 2012 (dos años después de la sentencia del Tribunal Constitucional , que ajustó a la ley el Estatuto de Autonomía de 2006, y tras pactar los presupuestos de la Generalitat con el PP, teóricamente el malo de toda esta película para el nacionalismo catalán) solo podía acabar en fracaso, como el tiempo, los hechos, el cumplimiento de la ley, la democracia y el Estado de Derecho han venido a demostrar. La crisis económica, los indignados y los asesores losers de Mas fueron sabrosos ingredientes para que el entonces líder de CiU pudiera beberse el cóctel perfecto. La decoración (la aceituna) la puso la CUP.
Está por ver, ahora, en qué queda todo un movimiento que se desinfla a medida que la ciudadanía se resitúa en su día a día (preocupada, lógicamente, de los asuntos importantes) y empieza a ver con cierta distancia todo lo relacionado con el procés. Está la sentencia del Tribunal Supremo , claro, pero si con los líderes del desafío al Estado (que culminó en 2017) en prisión (preventiva) o en el extranjero, fugados de la Justicia, las manifestaciones de la Diada (que siempre fueron solo independentistas) pierden fuerza y músculo, no hay que esperar gran cosa popular como respuesta a una sentencia que será discutible pero justa, pues por eso no la firmará usted ni yo. Y también habrá que soportar a los fugados, pues no se espera que se presenten un día de estos a las puertas de un juzgado y se entregen civilizadamente. Entre la cárcel y Bélgica hay lo mismo que entre la asunción de responsabilidades y la cobardía.
Lo que sí parece que quedará es el nacionalismo catalán resentido y con rasgos grotescos. Una evolución del pujolismo pasado por la frustración de los que se creyeron por encima del bien y del mal. ¡Y siguen creyéndoselo! Habrá que convivir con ello. Todos. El ridículo y la extravagancia se mezclarán con los brotes de xenofobia y la práctica más cutre de la mafia autóctona catalana, que nunca dejó de gobernar.
La ANC, Òmnium, los CDR, sectores del PDECat (JpC) y de ERC, y ciertos personajes mediáticos, entre otros, todavía no han aterrizado. Hacen ofrendas estrafalarias y, encima, se equivocan de lugar; piden a los representantes políticos que vayan a la cárcel, mientras los agitadores disfrutan de su horario familiar y su calidad de vida; publican libros dando lecciones de lo que hay que hacer, después de llevar varios lustros empujando a los líderes políticos a saltarse las normas... y así hasta convertir una locura en algo normal y cotidiano.
Explicaba este fin de semana Emma Ansola (El Punt Avui) que el pasado 20 de septiembre, a las puertas de la Consejería de Economía y Hacienda de la Generalit, los cánticos de 2017 se habían transformado dos años después: «En la calle el grito: ‘‘Lo volveremos a hacer’’ y ‘ ‘Libertad, presos políticos’’ y ‘‘No estáis solos’’ sustituyen a los ‘‘No pasarán’’, ‘‘Las calles serán siempre nuestras’’ y ‘‘Votaremos’’ de hace dos años». Es el resumen del fracaso de la revolución de la Cataluña de los 30.769 euros.
Quedará esa superioridad moral inexistente pero expresada, que en esta región mezcla gotas del progresismo de salón y nacionalismo rancio. Somos los mejores y, por lo tanto, merecemos algo más que el resto de españoles. Ahí quieren situarse los dos movimientos que están fraguándose, principalmente, con los restos (ideológicos y orgánicos, respectivamente) de CiU . Por un lado, los que quieren crear el PNV catalán y, por otro, los que no quieren ir a la cárcel ni al extranjero en el próximo órdago secesionista.
Y nos quedará, claro, la chifladura consentida y aplaudida. Un elemento colectivo que se manifiesta individualmente. Ayer, sin ir más lejos, habló Xavi Hernández , exjugador de fútbol y, ahora, entrenador. Otro ejemplo de la Cataluña del siglo XXI. En una entrevista para el diario Ara, Hernández, que vive y trabaja en Catar, asegura que «el sistema (político) de aquí (Catar) funciona mejor que el de allí (España)» y observa «mucha injusticia en España», que por lo visto le está afectando «mucho».
Catar (según el FMI) es el país con el PIB per cápita más alto del mundo: 128.702 dólares. En el país de Hernández existe la pena de muerte, la flagelación, no existen los partidos políticos críticos con el régimen y los homosexuales no tienen derechos.