Oti Rodríguez Marchante - Barcelona al día
Cuando la democracia empieza por «m»
Es deprimente presenciar el grado de alopecia intelectual de nuestros inminentes exgobernantes catalanes
Cada dos minutos, los animadores del proceso secesionista catalán y los muñidores de un torpe intento de golpe de Estado acuden al nuevo estribillo de que en España no hay democracia. Ya no les sirve lo de que España nos roba, porque les asoma el botín por los bolsillos, y lo intentan con esta nueva cantinela. Ayer mismo insistía en ello Carles Puigdemont: en la mala calidad democrática de España, que no les deja alegremente incumplir la ley, y de que están dispuestos a utilizar todos los medios legales para evitar que la incumplan. O no se escucha lo que dice Puigdemont, o está realmente a la altura intelectual que aparenta.
Puesto que ayer mismo podía uno leer que el indicador más prestigioso del mundo (el de la unidad de inteligencia de «The Economist»), que hace un minucioso análisis de la calidad democrática en todos los países, consideraba a España como un país de democracia plena (en atención a 60 indicadores precisos), hay que preocuparse seriamente por lo que en Cataluña se considera «democracia». Un apunte del enorme error, o la gran ignorancia que se tiene últimamente aquí sobre este asunto, lo puede uno observar en el irrisorio vídeo de la ANC (Assemblea Nacional Catalana) en el que un actor llamado Toni Albà le pregunta a los ciudadanos si son buenos o malos demócratas. El pobre hombre inocula a sus encuestados la idea de que la democracia es votar, y si usted quiere votar el referéndum ilegal es demócrata y no lo es en caso contrario. Naturalmente, el señor Albà no tiene por qué saber que el concepto democracia es un poquito más complejo que el ahora voto porque quiero, tanto si se habla de una democracia directa o indirecta y representativa; y, también, naturalmente, el señor Albà, que no se ha tomado la molestia de dedicarle una tarde a Montesquieu, a Huntington, Tocqueville o Hamilton no debería llevar un micrófono para algo que no sea contar chistes.
Es deprimente presenciar el grado de alopecia intelectual de nuestros inminentes exgobernantes catalanes, como esa consejera, Meritxell Borràs, amenazando a lo Lluís Llach a los funcionarios de que las leyes catalanas son para cumplirse, o sea que las leyes españolas son para saltárselas a la torera. Solo tienen un camino, y Artur Mas, Joana Ortega, Irene Rigau y Francesc Homs ya se lo han señalado, y es el que señalaba aquel viejo profesor de «harakiri»: «Preste atención, que sólo se lo voy a mostrar una vez».