CORONAVIRUS

Josep Pla y el cuaderno de la gripe

«Como hay tanta gripe, han tenido que clausurar la Universidad…», escribía Pla en 1918 en el arranque de «El Quadern Gris»

Josep Pla, en una imagen de archivo ABC

Sergi Doria

En la estantería, epidemias confitadas en viejos libros para entender que todas las epidemias se parecen: sea el coronavirus o la gripe del año 1918.

En 1945 -España autártica con restricciones eléctricas y cartillas de racionamiento- el periodista Mario Aguilar y el erudito Rafael Moragas, Moraguetes, se ponen la mascarilla de Luis Cabañas Guevara para agavillar en su «Biografía del Paralelo» momentos de antes de la guerra. La gripe de 1918 parecía benigna cuando los primeros contagios del mes de mayo; fingió que desaparecía con el verano, pero reapareció, cual apocalíptica guadaña, en otoño.

La Guerra Europea acabó de matar jóvenes soldados el 11 de noviembre de aquel año. El Día de la Victoria, que había de ser gozoso, amaneció frío y lluvioso… Los aliadófilos más fervientes recorrían Barcelona con banderas y vivas, pero la influenza tomó el relevo para superar, con cincuenta millones de víctimas, los cuatro años de trincheras y gas mostaza. Solo en la Ciudad Condal la gripe contagió a doscientas mil personas -el 30 por ciento del censo- y envió diez mil finados al cementerio.

La sección de Espectáculos -«Diversiones públicas o privadas» en el lenguaje de la época- se vio superada en extensión por la fúnebre demografía municipal: en una jornada, la gripe batió su récord mortal con cuatrocientas defunciones, apuntan Aguilar y Moragas: «No había aspirina, ni ataúdes, ni bastantes brazos sepultureros. No había más que muertos, tantos -se decía- que los hay repetidos. Los médicos no sabían a qué atribuir aquella virulencia epidémica, que dejaba, según ellos, los pulmones como ladrillos».

En el semanario «Blanco y Negro», un anónimo redactor lamenta el arbitrario bautizo de la pandemia: «Ya es triste que nos hagamos famosos en el mundo porque a esta forma de morir le llamen gripe española». Los teatros cerraban -no por orden gubernativa- sino porque a los artistas los retiraba lo que los periódicos denominaban «la epidemia reinante».

El 13 de octubre de 1918, el estudiante Josep Pla, veintiún años, combate la inactividad que supone el cierre de la Universidad con la escritura, a lápiz y pluma, de un dietario: un cuaderno de tapas grises que abarca hasta el 25 de mayo de 1919. Dietario reelaborado con el pasar de los años, hasta su publicación en 1966, «El quadern gris» definitivo se abre el 8 de marzo de 1918: «Como hay tanta gripe, han tenido que clausurar la Universidad…». La epidemia asesina marcará para siempre la memoria de una generación que, si bien no fue a la guerra por la neutralidad española, conoció de cerca la muerte de parientes y amigos a causa de la influenza.

Xavier Pla, director de la Cátedra Josep Pla, ejemplifica en el ampurdanés las simbiosis entre la Parca y la creación literaria: «En este periodo de su vida, Pla asocia la descripción de sus primeras tentativas en el mundo de las letras con la pesada sensación de vivir con la muerte, de haber de afrontar la experiencia de la muerte, de la muerte de los demás, simbolizada por la epidemia de la gripe». Esa conciencia de la muerte -añade X. Pla- «es sentida con verdadero terror por el joven Pla, forma parte indisociable de su juventud y de las anotaciones de su diario».

La Universidad no reabre hasta enero de 1919, en los últimos coletazos de la epidemia. Intelectuales y escritores que Pla conoce del Ateneo, donde acaba de ingresar como socio transeúnte, padecerán la influenza; Eugeni d'Ors cae gravemente enfermo, pero se salva; otros, como el poeta Joaquim Folguera o el polemista Jaume Brossa, no lo podrán contar…

Sirva el confinamiento para recordar lo que ya ocurrió hace un siglo.

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