Miquel Porta Perales - El oasis catalán
Comunes
Continúan instalados en la ambigüedad. Apoyan la movilización, pero no un referéndum que consideran -con razón- falto de garantías democráticas
Ante el referéndum ilegal los comunes continúan instalados en la ambigüedad. Apoyan la movilización, pero no un referéndum que consideran -con razón- falto de garantías democráticas. Un par de dudas. Primera: ¿apoyar la movilización significa invitar a la participación –o participar- en un referéndum que no aceptan? Segunda: ¿cederán los locales –en Barcelona, por ejemplo- para la hipotética celebración del referéndum o de un nuevo 9-N? ¿Hasta dónde llegarán las “facilidades” anunciadas?
La cuestión de fondo: ¿qué pueden estar diciendo o pensando los comunes? Por ejemplo: que vislumbran un futuro político incierto; que no creen que el referéndum llegue a celebrarse y necesitan desmarcarse del ridículo consiguiente; que no están dispuestos a dar su apoyo a una derecha nacionalista con la cual, más pronto que tarde, acabarán enfrentándose en las próximas elecciones autonómicas; que no quieren alinearse ni con unos ni con otros, o sea, ni con Junts pel Sí y la CUP, ni con Ciudadanos, Partido de los Socialistas de Cataluña y Partido Popular de Cataluña; que perciben el colapso del “proceso” y huyen de unas ruinas que podrían caerles encima; que lo suyo –lo de los comunes- es la agitación callejera para desgastar al gobierno del Partido Popular y por eso aceptan el referéndum como movilización contra el Partido Popular. A ello, añadan las divisiones internas –federalistas, confederalistas, independentistas- de un partido en formación y el temor a la inhabilitación de, por ejemplo, Ada Colau. ¿Qué sería de los comunes sin ese banderín de enganche que es Ada Colau?
Por lo demás, ¿cuál podría ser el escenario deseado y deseable –anhelado- para los comunes? Que el Gobierno, que el Estado, impida la celebración del referéndum. Y si hay represión, mejor que mejor. La excusa perfecta para marcar perfil y espacio. Y para llamar a la movilización callejera. Lo suyo es la revuelta. Una izquierda equilibrista no independentista –dicen- que hace el juego al independentismo cuando conviene.